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¡Es el cambio climático, estúpido!

En el Día Mundial del Medio Ambiente, analizamos el gran desafío que enfrentan la Argentina y el mundo.

5 de junio de 17 . 16:36hs
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Pilar Assefh

El pasado 2 de abril, además de recordar a los veteranos de Malvinas se cumplió otro aniversario que, para muchos, pasó desapercibido.

Cuatro años antes, en esa misma fecha, las calles de La Plata oficiaban de ríos que intentaban dar curso de desagüe a los más de 400 milímetros de agua que se habían acumulado en solo cuatro horas de lluvia.

El diluvio se llevó más de 80 vidas y US$ 500 millones en daños. Pero no terminó (ni comenzó) ahí la historia.

La escena se repite, una y otra vez, en distintos rincones de la Argentina. Sin ir más lejos, en las últimas semanas diversas provincias amanecieron con paisajes similares suivez ce lien.

La situación de la ciudad de Concordia, en Entre Ríos, es elocuente: después de sufrir en 2015 su peor inundación en 50 años, por estos días resiste una nueva crecida que ya obligó a evacuar a más de 1000 personas.

Sin embargo, la lluvia es solo uno de los padecimiento del país en términos climáticos. Las quejas por lo inusitado de las altas temperaturas parecieron el tema de conversación predilecto durante el último verano. Y, de a poco, referencias a sequías, desertificación o contaminación del aire, entre otros tópicos, empiezan a encontrar su espacio en las charlas de café.

¿Se trata de muchos fenómenos aislados? ¿O será que un factor va propiciando todos ellos? Parafraseando la expresión que alguna vez popularizara un asesor del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton sobre la economía, la respuesta no se hace esperar: es el cambio climático, estúpido.

Concordia, una de las tantas ciudades castigadas por las inundaciones.


Ahora bien, hablar de cambio climático implica remontar la memoria colectiva tan lejos como el siglo XVIII, cuando este comenzaba a tomar forma de la mano de las chimeneas cuya respiración se hizo realidad al compás de la Revolución Industrial.

Sucede que los cambios estables y durables en la distribución de los patrones del clima que se experimentan actualmente, según el consenso científico internacional, son producto de la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI), en particular, el dióxido de carbono (CO2) que deviene de la quema de combustibles fósiles (léase aquí: carbón, gas, petróleo).

La Argentina no es ajena a estos cambios, ni a sus consecuencias.

De acuerdo a informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), la concentración de GEI en la atmósfera está, hoy, en los mayores niveles que el planeta ha experimentado en los últimos 800.000 años.

¿Cuál son los efectos que esto tiene en la superficie de la Tierra? El aumento de la temperatura media global (que ya incrementó 1°C, cuando el límite prudencial impuesto por el consenso científico es de 1,5°C para el año 2100), la acidificación de los océanos, el derretimiento de los glaciares (y el consecuente aumento del nivel de mares y océanos), los cambios en los patrones hídricos y más, mucho más.

 

La Argentina, claro está, no es ajena a estos cambios, ni a sus consecuencias. Una mirada al estudio del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) en base a datos del actual Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, da la pauta de cómo las inundaciones que se vienen produciendo (para seguir con el ejemplo antes utilizado) se vinculan al cambio climático.

Entre 1960 y 2010, explica el documento, las precipitaciones aumentaron en casi todo el territorio nacional, aunque con variaciones interanuales. “Los mayores aumentos se registraron en el este con más de 200 milímetros en algunas zonas, pero los aumentos porcentuales fueron más importantes en algunas zonas semiáridas”, especifica.

En los últimos 50 años, las precipitaciones aumentaron en casi todo el país

Ante la evidencia, el mundo  –o al menos una buena  parte de él– parece estar tomando nota. En diciembre de 2015,  en el marco de la 21° Conferencia de las Partes (COP21), 195 naciones dieron vida al Acuerdo de París, que busca limitar el calentamiento global a 2°C para finales de este siglo, haciendo esfuerzos mancomunados para que este no supere 1,5°C.

Ahora, con la resonante decisión de Donald Trump de retirar a los Estados Unidos del pacto la semana pasada, la responsabilidad de otros países firmantes, como la Argentina, aumenta.

¿Por casa cómo andamos? Según datos del último inventario nacional de gases de efecto invernadero, las emisiones anuales suman un total de 426 MtCO2eq; esto es el 0,88% de las emisiones globales.

La cifra, que data de 2012, posiciona a la Argentina como el 21° mayor contaminador del mundo. En pocas palabras, su contribución no es menor.

Desde la asunción de Mauricio Macri a la presidencia, la problemática está, al menos, siendo incluida en la agenda de Gobierno.

Las energías limpias ganan terreno en la Argentina y en la región.

En paralelo a la firma del Acuerdo de París, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunciaron la creación del Gabinete Nacional de Cambio Climático, herramienta interministerial que se transformó en el bastión de Cambiemos para articular los esfuerzos contra el cambio climático.

“Queremos una posición más proactiva. No nos oponemos a nada, sino que negociamos todo. Volvimos a todas las mesas”, son las palabras con las que Carlos Gentile, subsecretario de Cambio Climático y Desarrollo Sustentable nacional, describe la nueva postura oficial.

“La Argentina está teniendo mayor apertura. Se abre mucho más a hablar con todas las partes”, coincide al respecto Enrique Maurtua Konstantinidis, director del Área Cambio Climático en Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), en diálogo con ACONCAGUA.

Y reflexiona: «Si lo maneja bien, tiene la oportunidad de encontrar un rol más de mediador, más constructivo y menos a la defensiva”.

Más señales: el país se convirtió en el primero en revisar los compromisos climáticos (NDCs, por sus siglas en inglés: Nationally Determined Contributions) que presentó previo a la COP21. Y luego hizo lo propio al entregar una versión “mejorada” de los mismos durante la COP22, que tuvo lugar en noviembre último en Marruecos.

El ministro de Ambiente, Sergio Bergman, ante un desafío mayúsculo.

De este modo, la contribución argentina –aquella no sujeta a financiamiento internacional– se amplió de su 15% original a una reducción en sus emisiones de GEI del 18% hacia 2030.

En números absolutos, implica que el país dejará de emitir 109 millones de toneladas de CO2 hacia ese año.

Cumplidos estos objetivos, el Gobierno ahora se propone trabajar en la implementación de estos compromisos. Una de las últimas medidas tomadas en esta dirección es la creación del Observatorio Nacional del Cambio Climático.

¿Su función? “Dotar al Estado de una mayor capacidad predictiva, analítica y operativa para comprender las causas, minimizar los efectos y mitigar los riesgos de eventos causados por el cambio climático”, sostienen desde los organismos oficiales.

Un pequeño aporte para enfrentar uno de los principales desafíos de nuestros tiempos. ^^^

Domingo

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