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«Siento que la generación millennial es mejor que la anterior»

Influencer y comprometida, desde su Instagram, Candela Sanchez refleja como pocos las luces y sombras de una generación incomprendida. Vínculos, feminismo y redes, en esta charla imperdible con ACONCAGUA.

31 de enero de 18 . 16:18hs
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Jazmín Gorosabel

Si la pantalla del celular es un espejo que nos interpela, tal como insinúa Black Mirror, Candela Sanchez no se deja intimidar. Inquieta, versátil, auténtica, habla con la convicción de quien representa a una generación: la millennial.

Desde su cuenta de Instagram, @candelasanchezf convirtió su vida en una especie de reality show pero, lejos de las críticas que les llueven a otros influencers –superficiales, narcisistas, «líquidos», en palabras de Bauman – esta joven bonaerense cosecha seguidores por su postura comprometida.

En el límite entre lo privado y lo público, su perfil es un collage imposible, una especie de cadáver exquisito, cuyas piezas solo ella puede hacer encajar de forma coherente.

Entre fotos de comida, imágenes suyas con poca ropa y experiencias de viajes, conviven reflexiones de época que van desde el matrimonio igualitario y la ansiedad hasta el feminismo o la importancia del amor. Todo matizado con referencias a Fincher, Derrida, Foucault o Hemingway.

“Si sube una foto tirando besito y en tetas es porque quiere conseguir chongo”, escuché muchas veces decir. Ese fue el enunciado-junto a muchas cosas que me fueron enviando-del tema de hoy donde me pongo literalmente en bolas (bueno, no tanto). “En bolas”. Qué buena manera de comenzar. Pareciera que entonces todo lo que nosotras-las mujeres-lo hacemos es en relación a un mundo que responde un patrón hetero-insoportable. Nos desnudamos para los hombres. Posamos frente a una cámara para los hombres. Nos vestimos para los hombres. Seducimos, para los hombres. Y es también una corriente dentro del feminismo la que sentencia la visibilidad del cuerpo porque “nos atrasa”. Entonces tengo que asumir que ese cuerpo es un un valor de cambio para los hombres. Bueno, no estoy de acuerdo con nada. De nada. Como mujeres tenemos el derecho-si el derecho-de vestir, lucir, lo que queremos. Bien para nosotras. Bien para otras mujeres. Bien para quien sea. Mucho de lo que pasa por y en nuestro cuerpo (embarazos, abortos, operaciones, menstruación, casi todo), lo solemos hablar entre mujeres. Entonces: ¿cómo pasamos a condenar que todo culo, que toda teta, que todo lo que gira de forma mediática en redes y medios es del campo exclusivo perceptivo de los hombres? ¿Cómo? En una visión ya mega polarizada de la cuestión entendemos titulares como “fanática de los boliches”. “Vestía una pollera muy corta”. O cómo me gusta decir a mí en mi sinceridad salvaje: “te pasa por puta”. Porque eso-tu cuerpo, tu erotismo, tu seducción-parecieran ser de los hombres. Basta ya de todo eso. Basta de esa visión tan retrógrada, basta de escandalizarnos. Pero basta de concebir que lo que hacemos es para los hombres. Posamos porque queremos. Porque en ese momento te sentiste bien, fuerte, gigante, diosa de Venus. Y listo. Porque ese erotismo es tuyo. La primera deconstrucción no pasa por los diferentes comentarios ante si una equis actriz posa desnuda y otra conductora hace lo mismo. Pasa por condenar la agresión primero. Y después preguntarnos porque creemos que todo es para un supuesto hombre. No estoy en bolas. Bolas, no tengo. En las “pequeñas cosas” se esconden las naturalizaciones más peligrosas.

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Comunicadora digital, como se define ante el micrófono de ACONCAGUA, sus reflexiones generan debates, instauran dudas, derriban prejuicios en un público solo en apariencia pasivo.

Candela Sanchez Fourgeaux, 27 años, hija de madre psiquiatra, no le escapa a la tiranía de la imagen: sostiene que la belleza «es actitud y libertad». Asegura que la forma de vestirnos es identidad. «Es una manera de decirle al mundo acá estoy y así quiero que me vean”, dicen sin sacarse sus anteojos de sol en la redacción de ACONCAGUA.

Es embajadora de marcas, sí. Sube coberturas digitales de eventos, también. Pero se anima a ir más allá: comparte con miles de desconocidos, aunque no extraños, a juzgar por la empatía que genera, sus aprendizajes, sus fracasos y sus secretos, como por ejemplo su primer ataque de pánico adolescente.

Conversa como postea: eufórica y apasionada. “Todos los días abordo una cuestión de cómo vivir o relacionarnos mejor, el lugar de la mujer, el feminismo, los paradigmas nuevos del trabajo y los vínculos, y creo que la gente se siente mucho más influenciada y me busca por eso”, agrega.

Es ahí cuando cobran sentido los dichos de Freud que ella misma cita: «La palabra cura».

Tenés miles de seguidores en Instagram que no solo te miran, sino que también te leen. ¿Te considerás una influencer?

Con el rótulo de influencer me llevo de forma un poco extraña porque asumo que, si hay que sindicalizarnos, como los abogados, o los periodistas o rubros más tradicionales, soy una influencer.  Pero al mismo tiempo siempre trato de deconstruir ese concepto porque en definitiva creo que el poder de las redes sociales y la democratización del lenguaje, genera que cualquiera sea influencer. Por ejemplo, si voy a ir a un hotel, entro a Trip Advisor y leo lo que pone Juan Pérez, e incluso aunque no lo conozca, su opinión me influye a la hora de tomar una decisión. Por otro lado, creo que se bastardea mucho el término influencer porque no se entiende qué somos. Para mi somos líderes de opinión, de diferentes segmentos, y cada cual tiene su canal y aborda diferentes temas.

¿Qué crees que tus seguidores encuentran en vos que no lo hacen con otras?

Tengo una relación muy personal con mis seguidores por varias razones. Porque me cruzan, me saludan, me mandan muchos mensajes directos, porque interactúan mucho conmigo en los posteos contándome cosas de sus vidas. Mis amigas me burlan, me dice que soy una Oprah digital. Las demás quizás al abordar temas solamente de moda o belleza, queda como en ese plano. Y cómo yo todos los días abordo cuestiones de cómo vivir y relacionarnos mejor, el lugar de la mujer, el feminismo, porque soy feminista, los nuevos paradigmas de trabajo y los vínculos, creo que la gente se siente mucho más influenciada y me busca por eso. Pero bueno, soy bastante políticamente incorrecta también, si yo quiero hablar de algo lo digo, y no me importa si eso me genera un conflicto de intereses. Mantengo mi postura, la defiendo y respeto la de los demás

Mis amigas me burlan, me dice que soy una Oprah digital.

¿Cómo entendés lo público y lo privado? ¿Creés que hay que trazar un límite en algún punto?

Sí, yo defiendo mucho que hay que trazarlo. Y me han criticado mucho por eso. Pero entiendo la crítica. Muestro mi casa, mi gato, lo que estoy desayunando a la mañana, y demás. Pero siempre tengo en claro que esas son representaciones del orden estético, nunca es literal, porque Instagram también funciona un poco con ese intercambio de lo bello, lo lindo, lo estético. La línea entre lo público y lo privado, desde afuera, puede parecer muy finita. También abordo ciertos temas que yo trato de explicar que lo hago desde mi rol de comunicadora, y no necesariamente porque eso me haya pasado a mí. Por ejemplo, puedo hablar de un abuso laboral que le pasó a una amiga mía, me sirvió de inspiración, y como sé que le pasa a un montón de mujeres lo cuento.

Abrís el debate para charlar de ciertos temas que quizás en las redes no están tan presentes…

Exacto. Y aparte, me parece muy aburrido y narcisista hablar todo el tiempo de uno mismo y desde el propio registro. En definitiva, no nutre a tu canal ni te nutre a vos. Uno se relaciona con otros para todo un intercambio de experiencias. Esta más vinculado también a lo que es el periodismo eso.

Un año atrás, en París. Dentro de poquito nos veremos otra vez. ¿Por qué me gusta tanto viajar? Toda mí vida fui demasiado auto-exigente conmigo. Creo que eso comenzó en jardín de infantes (y sin exagerar). En la secundaria organizaba todo: tesorera del curso, organizadora de TODO, promedio de Big Bang Theory. Cuando comencé el CBC, fue igual o peor. Al dejar atrás un colegio ordenado y privado, asumí que la cosa era medio la ley de la selva. No sabía ni dónde comprar los apuntes. Hice muchos amigos de esa época darwinista-que aún conservo-. Tenía como misión sacarme arriba de 8 en todo: filosofía, radio, taller de escritura, todo. Aprenderlo todo. Lo logré. Con stress. Ataques de pánico. Y otros males. Pero lo logré. Cuando dejé de ser “alumna” para ingresar al mundo de “hacer la tesis”, comencé a viajar, a viajar de verdad porque disponía por primera vez del tiempo. El primer gran viaje fue el Sur un mes y luego todo marzo, en Colombia. En Cartagena descubrí que seguía en 0. Quería escribir. Pero para escribir, necesitaba aventuras. Personajes. La formación ya estaba. Historias. Realismo mágico. En los viajes sos otra. Los mandatos quedan en el culo del mundo. Fui dedicando todas mis energías y ahorros en conocer el mundo. Me metí en un trabajo de relación de dependencia. Muy compatible la idea no era. Cuando me animé a salir de ahí, decidí además de que quería seguir escribiendo, necesitaba poder vivir de mis palabras y ahora sí, viajar todo lo que pudiera. Y es más pensé que podía hacer de los viajes, un laburo. Hoy algo de todo eso es un poquito así. Laburo cuando viajo. Viajo por laburo. Y siempre escribo. Al libro ya le falta muy poquito. Cada viaje me enseñó tanto que lo considero el posgrado que no hice. Fue un propio posgrado de escritura. De aventura. Viajar no es subir fotos lindas, no es una pose. Es si le buscás sentido a la vida, que tan poco tiene, una búsqueda.

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¿Cuándo y por qué decidiste volcar tu intimidad en Instagram?

Fue progresivo. Empecé un poco con mi blog, más periodístico, en 2009. En ese momento, no había muchas redacciones digitales y no me veía en una redacción dura ni en un ámbito duro como el periodístico.  Después empecé a correrme a un registro más referencial y del yo. Con respecto a lo que es mi vida privada, la cuido un montón. Mi mejor amiga nunca salió en ninguna foto conmigo en Instagram, no porque no le gusten las redes sociales sino porque es un vínculo que yo protejo y cuido. Muchos de mis amigos no salen en mi canal, ni muchos de los momentos que yo comparto, porque me contamina eso. Soy un poco protectora de mis cosas. Si no se vuelve demasiado Black Mirror y no está bueno eso.

En muchos de tus posteos decís que “la vida va de prisa”. Habiendo convertido tu vida en una especie de reality, ¿cómo te generás, en estos tiempos acelerados, un espacio para reflexionar?

De eso de hecho hablo un montón. Y, es más, el que más hablo de eso fue Bauman cuando planteó esta cuestión de los vínculos líquidos. Y también estoy leyendo un libro que está buenísimo y es La Era de la Ansiedad, donde se planeta eso; o sea que, en realidad, nosotros nos creemos que todo es muy inmediato, pero durante la Segunda Guerra la sociedad también se percibía así, con incertidumbres o con miedos. Ahora creo que las redes sociales incrementaron un montón esa ansiedad, que se traduce en ataques de pánico, trastornos de ansiedad, etc. La gente tiene miedos a sufrir, a hacer duelos, a procesar cosas, y quiere una respuesta inmediata, porque todo es ya.

¿Que creés que diferencia a nuestra generación de la anterior?

Siento que nuestra generación es un poco mejor que la anterior, soy optimista en ese sentido. Y a la generación que viene, la veo viviendo mucho más el presente aún. Nos diferenciamos mucho de nuestros viejos que pensaban en el ladrillo, la casa y el título colgado en la pared. Nosotros no sentimos que le debemos tantas cosas a nuestros padres, a pesar de que nos dieron un montón, o lo que pudieron con sus herramientas. Para mi, nuestros padres cargaban con muchos mandatos, una cosa calvinista, que los llevó a tomar malas decisiones. Está buenísimo que nosotros que tengamos una mochila más liviana, pero obviamente hay una línea de esfuerzo, tolerancia y respeto a la singularidad del otro.

Muchos critican a la generación millennial por poco comprometida. Vos, en cambio, tenés una postura definida en varios temas de actualidad. ¿Te considerás un bicho raro?

Me considero un poco un bicho raro porque hay algo que no me gusta de los millennials y es que no luchan o no les dan un lugar tan importante a los vínculos. Y por eso hay tantos problemas para relacionarse ahora. Tiene que ver con esa respuesta inmediata. ‘Bueno me peleo, ya está, te puteo, terminamos’. Y en todo lo veo. Por ejemplo, alguien se esfuerza para entrar en un laburo soñado, en relación de dependencia. Y a los seis meses está pensando: ‘Sí, gano bien, me gusta el laburo, pero veo en Instagram que la gente está viajando y yo no tengo tiempo para viajar’. Y la cuestión de la mujer también es importante porque estamos en un momento muy raro de transición, los hombres no saben qué hacer ante eso, y muchas mujeres tampoco. Se entiende el feminismo como un machismo invertido, que no tiene nada que ver con eso. Y en redes es donde más veo violencia de las mujeres, con las mujeres. Porque el hombre en los últimos cinco años, con el movimiento de Ni Una Menos y demás, se quedó en una posición muy pasiva.

Estamos en un momento de transición, se entiende el feminismo como un machismo invertido.

Los hombres machistas fueron criados por mujeres, uno no puede perder de vista eso…

Ahora lo que yo veo en hombres como mi papá, mi hermano, sus amigos y demás, es que ellos mismos les dicen a sus propias mujeres, ‘¡che que machista sos!’. Es decir, veo que se está invirtiendo mucho el sentido, que los propios hombres, detectan muchas cosas muy machistas en las mujeres. Y a la mujer que tuvo una crianza demasiado dura, y ve que la mujer asciende laboralmente, profesionalmente, en todos los niveles, y que decide, que tiene poder de libertad, le molesta un poco también eso.

¿Y que es para vos ser mujer hoy en una sociedad como la argentina?

Es difícil todavía, porque no estemos en un plano de equidad en miles de cuestiones. Al mismo tiempo no quiero ser tan crítica porque somos una sociedad súper avanzada en relación a otras regiones, hemos tenido y tenemos un montón de políticas re interesantes. Somos un país que ha apoyado leyes muy progresivas de equidad de género. Ser mujer es una cuestión de libertad, y es clave que tanto los hombres como las mujeres entiendan eso. Porque nosotras siempre entendimos que el hombre tiene libertad. Entonces me parece que la disputa está ahí, en entender que la mujer también la tiene. Libertad de ser ama de casa si tiene ganas, de salir a laburar, de tener hijos, de no tenerlos, de elegir sus cuestiones digamos.

Ser mujer es una cuestión de libertad, y es clave que tanto los hombres como las mujeres entiendan eso.

En Argentina parece que no se puede ser sexy y a la vez tener ideas propias o algo importante para decir. ¿Qué pensás al respecto?

Yo me río de eso. Hay un discurso de Madonna, hace dos años cuando ganó un premio a la mujer del año que para mí es de lo más interesante. En los 80, cuando hacia sus shows re provocativa con la iglesia y demás, la líder de las feministas dijo que Madonna no era una feminista, que lo que hacía era justamente atrasar al género. Y ella respondió con mucha inteligencia: dijo que era ‘una mala feminista’. ¿Por qué? Porque pareciera que, para cierto feminismo, todo lo referente al campo de lo sexual atrasa y entonces una mujer que es feminista tiene que reprimir su sexualidad y su sensualidad. Y en realidad es todo lo contrario. Vos podés ser una mujer súper sensual y contar libremente tus experiencias, y eso no te convierte en un objeto a cosificar.  Yo peleo mucho en redes sociales por ese tema. Si querés trabajar con tu cuerpo, digo, ¿cuál es el problema? Todos trabajamos con nuestros cuerpos a diario. Hay una postura muy conservadora en Argentina, un estereotipo. Porque afuera ves modelos y actrices súper destapadas, dejando en claro su posición respecto a todo, y son celebradas por eso. Podemos ser de todo al mismo tiempo y contarlo.

Las mujeres podemos ser todo al mismo tiempo y contarlo.

Se dice que todos somos de tres maneras: tal como realmente somos, tal como creemos que somos, y tal como los otros creen que somos. ¿Es un desafío para vos definirte si estás expuesta a una audiencia tan grande?

Si, obvio que sí. Porque si vos no estás muy seguro de lo que sos te comen crudo, todos los días. Hay un mantra que tengo con mi psicóloga, que es “yo soy yo”. Obviamente que el registro de los otros me importa mucho, ya sea para trabajar o el de la gente que yo quiero. Uno no puede vivir en una cápsula de lo que piensa de sí mismo, pero sabe que si se expone, tiene que tener muy en claro donde está parado.

Tengo una amiga que le vive revisando el celular a todas sus parejas. Lo hace por costumbre. Por hábito. Porque algún “motivo” la habilita a hacerlo. Sabe que está mal. Que en primer lugar, está rompiendo la privacidad de otro mundo. Que puede leer cosas que la ofendan, quizá sin razón aparente, que tampoco puede recriminar nada porque el acto mismo de revisar “está mal”. ¿Y por qué lo hace? Porque siempre que revisamos, encontramos. Hay una cosa auto-destructiva, un goce horrible, en ver cosas y leer cosas, que no queremos saber. Que queremos “develar” algo para salir de algún vínculo. Haciéndonos daño. ¿Por qué revisamos si lo que vale es quedarnos con lo que vivimos en un vínculo? Eso es lo que cuenta. Todo lo otro, es suyo. No podemos invadirlo ni arrebatarlo. Antes de revisar: pensá que te estás dañando a vos. Un daño silencioso y muy nocivo.

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¿Nos podés adelantar de qué se trata tu futuro libro?

El libro habla un poco de mis vivencias. Desde el registro de la mujer, y cómo vive la mujer, diferentes cuestiones. El primer trabajo importante, haber terminado una carrera, el primer novio. Es como una especie de lo que hizo Lena Dunham en Girls que fue planteando diferentes hitos desde los 25 a los 30 años. Lo planteo un poco desde ese lugar, y desde un lugar de autodescubrimiento. Y si bien escribo desde lo auto referencial, quiero que trascienda eso, y le hable a toda una generación. Incluso a una generación grande porque a mí me sigue gente de 40, 50 y 60 años también.

El amor propio es lo más importante de esta era

¿Qué te gustaría dejarles a tus seguidores? ¿Cuál es tu mensaje?

El amor propio. Creo que eso es lo más importante de esta era. Aprender a amarnos para poder vincularnos mejor con el resto del planeta. Y desde ese lugar de amor propio, auto realizarnos. Y también de hacerse cargo de uno mismo. A mí me encanta Freud y demás, pero llega un momento de la adultez en el que uno se tiene que mover de ese lugar y decir “ahora mi destino lo escribo yo”. Obviamente, con secuelas de todo eso, pero del empoderamiento. Todos tenemos el poder de hacernos a nosotros mismos.
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  • Diana . 16:28hs

    Me encantó!!!
    Muy clara y precisa. Una mirada muy actual y abarcadora.
    Sólo señalaría que si bien mi generación estuvo ocupada o preocupada por el «ladrillo o el título a colgar en la pared» es porque fue lo que nos enseñaron para poder subsistir dignamente y lo que consecuentemente sirvió para sustentar – sostener- bancar o mantener a los muy cómodos y con escasa tolerancia al fracaso y/o adversidades de la vida de los millennials.
    FELICITACIONES!!!
    Diana COLUSSI

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