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Unschooling: cómo hackear la educación desde casa

Es una tendencia probada con éxito en Estados Unidos y aún poco difundida en Argentina. Propone desescolarizar a los niños para acompañarlos en una educación que tenga más en cuenta sus necesidades.

24 de abril de 17 . 12:22hs
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Jesica Mateu

El sueño de muchos chicos es no tener que ir al colegio. El de muchos padres, no tener que llevarlos. Sin embargo, todos madrugan a diario para asistir al jardín de infantes, a la primaria o a la secundaria.

¿Todos? No exactamente. Un pequeño grupo de padres en la Argentina sostiene que no es necesario ir a la escuela para aprender.

“Los niños son grandes investigadores espontáneos hasta que van a la escuela”, afirman desde Cipichicos, una agrupación de padres que eligen desescolarizar a sus hijos. La tendencia se conoce como unschooling y ya no es novedad en países como Estados Unidos.

Las familias que eligen esta modalidad asumen la educación integral de los niños en lugar de delegar una parte a las instituciones escolares. En la práctica, implica no escolarizar a los chicos y educarlos en su propio hogar, siempre considerando intereses, gustos, ganas y tiempos personales.

Así, lo que se pretende es salir de una estructura que muchos consideran vetusta, rígida, apartada de las necesidades de las nuevas generaciones e ignorante de sus características individuales, para ofrecerles una opción que mantenga a los chicos motivados y curiosos y, además, los aliente a ser más tolerantes, abiertos y plásticos. 

Los niños son grandes investigadores espontáneos hasta que van a la escuela

La tendencia surgió a partir de las teorías de John Holt, un pedagogo estadounidense que en su libro Enseña a los tuyos (Teach your own, su título original) propone liberar a los niños y adolescentes de la educación formal que, según él, inhibe y limita la capacidad creativa con la que nacen.

El unschooling promueve el diálogo permanente con los hijos para definir tiempos y temáticas a tratar. Es un método de enseñanza que se crea de manera única e irrepetible, siguiendo el principio que indica que así también son las personas. Los chicos, entonces, son alentados a jugar, explorar, preguntar sin límites ni horarios e investigar por su cuenta, con el acompañamiento consciente y responsable de sus padres.

Así, leer, sumar o restar, no son habilidades que se adquieren a una determinada edad ni a partir de un sistema demasiado estructurado, sino que surge de manera natural, cuando cada chico espontáneamente se interesa por desarrollarlas.

El unschooling es un método educativo más radical que el homeschooling. En esta última corriente, se adaptan los programas educativos formales del Ministerio de Educación según el criterio de cada familia. Pero los niños pueden rendir exámenes libres para obtener la validación de sus saberes de manera oficial y así evitar quedar fuera del sistema universitario y laboral que, con determinadas reglas, impone la sociedad. En EEUU, por ejemplo, alrededor del 3 % de los chicos en edad escolar practicaban homeschooling en 2012 según publicó en noviembre de 2016, el Centro Nacional para Estadísticas Educativas de Estados Unidos (NCES).

Vale aclarar que en Argentina, si bien no es una práctica organizada o regulada a nivel nacional, es una opción permitida por la Constitución Nacional y por la Ley de Educación. Y, según cada provincia, hay distintas facilidades para llevar adelante l modalidad homeschooling. Por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Educación envía a las familias que eligen esta modalidad el programa, el currículo y los contenidos de los exámenes para que tengan en cuenta.

Gustavo Puig y su mujer son docentes, filósofos y padres de cuatro hijos que hoy tienen entre 23 y 14 años. Ellos realizaron homeschooling hace poco más de un lustro, en los primeros años compatibles con la escuela primaria, a partir de programas educativos que elaboraron varias familias de Tucumán en función de criterios pedagógicos y contenidos acordes al desarrollo de los niños y con certificación del Ministerio de Educación de la Salta. Casi como si hubieran ido a un colegio de aquella provincia, pero con la metodología y los valores de esta práctica nada tradicional. Eso no implica, sin embargo, que no hubiera una organización.

Los Puig viven en Luján y cuando se interiorizaron sobre el homeschooling, descubrieron que en Estados Unidos era una modalidad instalada con “una masa crítica de chicos desescolarizados entrando a la universidad, con un rendimiento muy superior a la media de los universitarios”. Esa información sumada al hecho de que “no veíamos ofertas educativas que nos pudieran interesar”, los ayudó a decidirse por esa opción. Eso sí, Puig duda si esta modalidad podría ser efectiva sin el acompañamiento de padres con alguna formación docente, pedagógica y didáctica.

En la práctica, Puig se ocupaba de compartirles a sus hijos aspectos de las ciencias sociales y la catequesis durante el fin de semana y su mujer de lengua, matemáticas y ciencias naturales de lunes a viernes. Y si bien establecieron algún horario básico, lo cierto es que el sistema se termina por instalar en la dinámica familiar de modo tal que no hay fronteras de aprendizaje. Se habla de todos los temas de manera espontánea, en cualquier momento del día. “La educación se naturaliza; llegó a atravesar la familia”, define el filósofo. Un buen ejemplo es que “todas las noches, acostados en la cama, les leía historia argentina en formato de cuentos. Así, sabían del tema mejor que nadie”. Además, los hijos mayores ayudaban mucho a los menores y el lema de aprender en familia se cumplía a su máxima expresión.

Uno de los beneficios es que los chicos “adquirieron más seguridad en sí mismos y eso les permitió tener una relación muy firme, tranquila y armoniosa con sus amigos que, además, encontraron por todos lados”. Es que el hecho de formar parte de un sistema desestructurado, les permitió entender y aceptar con facilidad la existencia de diversos modos de ser, actuar, pensar y aprehender el mundo.

Para incentivar la socialización de sus hijos, un temor que tienen muchas personas cuando se habla de unschooling, los Puig se reunían con otras familias cercanas y adeptas a esta práctica.  Además, asistían a un club donde practicaban varios deportes. Sin embargo, a medida que los niños Puig crecían comenzaron a escolarizarse por varios motivos: la falta de experiencia y preparación en Argentina para continuar con esta alternativa educativa y la idea de que, siendo adolescentes, los jóvenes necesitan compartir más espacios con pares.

Incorporarse a la escuela no fue fácil porque se aburrían, no sólo porque estaban habituados a aprender de un modo más personalizado y lúdico, sino porque mucho de lo que les enseñaban los maestros, ya lo sabían, según asegura papá Puig.

Algo similar a lo que refleja «Captain Fantastic», el film protagonizado por Viggo Mortensen y nominada a mejor película este año en los premios Oscar. La historia narra exquisitamente los beneficios pero también los riesgos de la educación alternativa.

 

Malena González es una apasionada del aprendizaje sustentable. Consciente que lo que uno quiere para sí mismo no es necesariamente lo que los hijos también desearían para ellos mismos, envió a su hijo mayor, Bruno, al jardín de infantes. A pesar de la alegría de los primeros años, en preescolar le tocó una maestra desconsiderada y agresiva que convenció a González que valía pena probar, en 2016, unschooling. Hoy están felices. Ella y sus dos hijos.

Entusiasta, es también docente de Bellas Artes y supo viajar por Latinoamérica dando apoyo a diversas comunidades rurales, incluso contratada por el Banco Interamericano de Desarrollo que la convocó para formación de guarderías en la región. 

Más allá de experiencias personales, González indica que “no me cierra el sistema educativo porque no contempla los tiempos de un niño. Está armando por una necesidad del adulto y del Estado. Trasmite un montón de valores y conceptos que no comparto como la idea de bueno y malo. Y, por si fuera poco, está muy presente el bullying. La realidad es que los docentes no están capacitados para trabajar esos conflictos”, reflexiona.

Y asegura que “mirar un recreo basta para darse cuenta de que no hay juego sino movimiento desbordado porque son chicos que están varias horas sentados, sin poder moverse, calculando un horario para ir a hacer pis y sin tener permitido preguntar demasiado ni hablar con sus compañeros. Eso no es socializar”. En contrapartida, dice, los niños no escolarizados, “tienen más facilidad para empatizar con pares y adultos”.

En lo cotidiano, ella y sus niños investigan, aprenden y, por ejemplo, adquieren el manejo de las matemáticas cuando van a hacer las compras y de las fracciones mientras cocinan una torta.

Así, sostienen los devotos del unshcooling, no es preciso seguir horarios ni hacer actividades estancas ni abrir libros de modo rutinario. “Hay que soltar el espacio formal y es entonces cuando empezamos a encontrar mucha más riqueza”. Eso no significa que no utilice bibliografía. “Uso cuentos de libros de Santillana o ejercicios de matemáticas como referencia para armar un juego; incluso algunas ideas de los sistemas Montessori o Waldorf. Es un poco intuitivo”, explica. Y concluye aclarando, como si hiciera falta,  que “nadie es dueño de la verdad sobre nada”. ^^^

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