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El invierno más caluroso de la historia

Frío era el de antes. En línea con las temperaturas récord a nivel global, Buenos Aires despide su invierno más caliente desde que existen registros y los científicos apuntan a una causa: el Cambio Climático.

22 de septiembre de 17 . 11:42hs
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Cecilia Alfano

Ilustración: @bioramas

 

Es un hecho. El invierno que nos despide fue el más cálido de la historia de la ciudad de Buenos Aires y el segundo más cálido del país desde que se mide oficialmente la temperatura en la Argentina, de acuerdo al Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

En el recuerdo quedaron las mañanas gélidas y las noches cobijados por pilas de frazadas. La temperatura media porteña en invierno fue de 13.6ºC., con un promedio de temperaturas mínimas de 10.1°C, que tampoco tiene precedentes.

El récord local se condice con la tendencia a nivel global: el pasado año fue declarado el más caluroso del planeta, superando el récord por tercer año consecutivo, según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.

El motivo de esta anomalía climática, advierte la comunidad científica internacional desde hace tiempo, es unívoco: la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero; consecuencia, principalmente, de la utilización de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón.

Estos gases –mayormente el dióxido de carbono, y en menor medida el metano, el oxido nitroso y los gases fluorados–permiten la penetración de la energía solar hacia la superficie terrestre, pero “atrapan” la radiación que la Tierra emite al espacio, elevando la temperatura superficial del planeta.

A este tristemente célebre fenómeno se lo conoce como efecto invernadero, cuya principal consecuencia es el calentamiento del planeta.

Es consenso respecto a la existencia del cambio climático es equiparable al de la ley de gravedad.

¿Siempre fue así? En rigor, el efecto invernadero es un proceso que se da naturalmente por componentes de la atmósfera planetaria y es un factor que permite la vida en la tierra.

Pero desde la Revolución Industrial, según los datos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la concentración de estos gases en la atmósfera ha aumentado en un 70%, potenciando abruptamente el efecto invernadero y modificando el sistema climático mundial.

Si bien todavía existen negacionistas, lo cierto es que el 97% de la comunidad científica coincide en que el cambio climático es real y causado por el hombre. Es un consenso equiparable al de la teoría de la ley de gravedad.

Desequilibrio

Entonces, la discusión por la amenaza climática podría resumirse en una palabra: desequilibrio.

Naturalmente, el carbono se recicla una y otra vez en la tierra. Se almacena a corto plazo en los seres vivos y a largo plazo en océanos, rocas y fósiles.

Pero el ser humano ha alterado este ciclo al liberar de forma excesiva el carbono almacenado.

Los árboles, por ejemplo, son grandes sumideros de carbono. Cada vez que se desmonta un bosque se liberan toneladas de carbono a la atmósfera, por eso mismo, la deforestación es una de las principales causas del cambio climático.

En este sentido, según la FAO, Argentina figura novena entre los 10 países que menos cuidan sus bosques nativos. En los últimos 25 años hemos perdido el 22% de nuestros bosques, principalmente, por la expansión de la frontera agrícola para el cultivo de soja genéticamente modificada.

Argentina figura en el top ten de los países que menos cuidan sus bosques nativos

“Como consecuencia lógica del aumento de temperatura mundial, los océanos también se calientan, provocando mayor disponibilidad de humedad en el ambiente. Eso es lo que genera la intensificación de fenómenos extremos recientes como Irma o Harvey. Los huracanes tienen ahora mucho más combustible, por la cantidad inusual de agua con la que cuentan” expresan los técnicos del Servicio Meteorlógico.

De la misma forma, el calentamiento en el Ártico acelera de modo tal la desaparición de hielo que según un estudio publicado en la revista Science, de mantenerse el ritmo actual de emisiones para mediados de siglo será posible navegar el Ártico en verano.

El derretimiento de los polos, a su vez, retroalimenta el calentamiento del planeta. Al reflejar la luz solar, el hielo regula la temperatura del planeta. Menos hielo significa más calor absorbido por el océano.

La principal consecuencia de este descongelamiento es el aumento del nivel del mar, que coloca en severo riesgo la supervivencia de los habitantes de las pequeñas islas del pacífico como Palau, Tuvalu o Maldivas, cuyas emisiones son casi insignificantes. El futuro les depara un nuevo status, el de «refugiados climáticos».

Mientras tanto, en la Argentina, hace apenas unas semanas al menos ocho  provincias sucumbían ante las inundaciones. Las consecuencias fueron desastrosas: millones de hectáreas productivas bajo agua.

De cualquier forma, expresa Matilde Rusticucci, integrante del IPCC, en diálogo con ACONCAGUA: “Si bien el cambio climático produce que ciertos fenómenos extremos hayan aumentado su frecuencia, como las precipitaciones extremas y las olas de calor, se suman varios factores concurrentes a la hora de entender el impacto de las inundaciones, como la saturación de los suelos producto del monocultivo de soja y ciudades que no cuentan con la infraestructura suficiente para drenar ese exceso de agua”.

En cuanto a los diversos efectos del cambio climático a lo largo de nuestro territorio, Rusticucci no es demasiado optimista. “La temperatura aumentará en especial en zonas de mayor altura, intensificando las sequías. Las lluvias aumentarán en el centro, este y norte, incrementando las inundaciones que ya experimentan estas áreas del país; a la vez que disminuirán en Cuyo y la Patagonia, dificultando la producción agropecuaria”, pronostica la especialista.

Desafío local

De acuerdo fuentes oficiales, en la Argentina el 53% de las emisiones proviene del sector de energía, y el 40% del sector de agricultura, ganadería y cambio en el uso de la tierra. Residuos y procesos industriales generan un 4% del total respectivamente.

Por su parte, la ganadería es el subsector que más emite, conformando el 20% de las emisiones totales.

Así las cosas, nuestro país representa un poco menos que el 1% de las emisiones totales del mundo, lo que lo ubica dentro de los 25 países con mayor cantidad de emisiones.

Sin embargo, en cuanto a producción de energía renovable, Argentina se encuentra muy por detrás no solo del mundo sino de la región. Únicamente el 1% de nuestro consumo energético proviene de energías renovables.

Al respecto, el ministro de energía, Juan José Aranguren, anunció que para 2050 la energía del país será generada en un 20% por renovables, de acuerdo a las licitaciones otorgadas bajo el Plan Renovar.

De cualquier manera, el claro compromiso asumido por el país en el Acuerdo de París no se ve reflejado en las asignaciones presupuestarias para este año: por cada peso que se invierta en ambiente habrá otros $17 destinados a actividades que van en detrimento del mismo, es decir, a actividades que emiten gases de efecto invernadero.

Por otra parte, en la última cumbre de lucha contra el cambio climático en Marrakesh, el ministro de Ambiente, Sergio Bergman, anunció que nuestro país tendrá “deforestación cero” para 2030, si bien la protección de los bosques ha tenido una asignación presupuestaria del 8% de lo que le corresponde según la Ley Nacional de Bosques Nativos.

Nuevo paradigma

El Informe de Evaluación del IPCC demuestra que para evitar las consecuencias más devastadoras del cambio climático, las emisiones de GEI hacia 2050 deben ser reducidas en un 40%.

Para que esto sea posible, no alcanzará con que los países desarrollados reduzcan sus emisiones: lo mismo deberá ocurrir en los países en desarrollo, incluida la Argentina.

Las emisiones de nuestro país han crecido un 25% con respecto a las del año 2000, lo que nos ubica muy por arriba del promedio mundial cuando consideramos las emisiones per cápita, superando a países como Francia, México y Brasil, según reflejan los datos del Banco Mundial.

No alcanzará con que los países desarrollados reduzcan sus emisiones

Nuestra matriz energética al día de hoy proviene en un 95% de energía fósil: la mitad procede de gas natural y otro 30% del petróleo.

El Estado todavía subsidia en gran medida a la actividad petrolera (en 2016 se destinaron 5000 millones de dólares a tal fin, según datos de un estudio de la consultora FIEL) y apuesta al desarrollo de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta.

Ante este panorama, las energías renovables no solo significan la puerta hacia un desarrollo sostenible; también presentan una enorme oportunidad para democratizar el acceso a los recursos energéticos.

El sol, el viento, la biomasa y el agua pueden abastecer comunidades locales y promover la generación de una enorme cantidad de puestos de trabajo. Un dato: en Estados Unidos solamente, la energía solar genera más empleo que el petróleo, el gas y el carbón combinados

Climate Action Tracker, una evaluación científica independiente que realiza un seguimiento de los compromisos nacionales individuales del Acuerdo de París, clasifica la política implementada por nuestro país para reducir las emisiones de GEI como «altamente insuficiente».

De acuerdo a su análisis “la Argentina no es en absoluto coherente con mantener el calentamiento por debajo de los 2 ° C. Si todos los objetivos gubernamentales estuvieran en este rango, el calentamiento alcanzaría entre 3 ° C y 4 ° C”.

La política de Argentina para reducir las emisiones es altamente insuficiente

En este sentido, el periodista ambiental Sergio Federovisky en su libro Argentina, de espaldas a la ecología argumenta que “el problema de la política ambiental es que es todo (contaminación, agua, aire, energía, vivienda, transporte) y a la vez no es nada (todo se decide por fuera de su espacio). La mayor parte de los ámbitos donde verdaderamente se define la relación –habitualmente de sometimiento por parte del capital hacia el medio natural- están por fuera del espacio institucional del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable”.

De la misma forma, Andrés Napoli, Director Ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), en su informe ambiental de este año expresa que“la agenda ambiental aparece cada vez más subordinada a atender objetivos económicos, buscando remover regulaciones de protección ambiental consideradas como barreras para la promoción de inversiones de grandes proyectos de infraestructura, explotación minera y agropecuaria”.

Mientras tanto, la temperatura de la Argentina–y del mundo– sigue subiendo. Y el invierno ya no es lo que era. ^^^

 

Domingo

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