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Cinco historias de emprendedores que combaten el plástico en el océano

Ellos nos demuestran que es posible dejar de darle la espalda al mar.

31 de enero de 19 . 12:13hs
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Sofía Altuna

–Content Lab para Corona–

 

Una tarjeta de crédito, una botella de plástico, una bolsa de supermercado. Nadie combinaría ninguno de estos objetos en una ensalada ni lo incluiría en su desayuno.

Sin embargo, en cada comida ingerimos más de 100 diminutas partículas de plástico, o microplásticos, según un estudio realizado por la Universidad de Heriot-Watt, en Escocia.

Las cualidades de este material –barato, liviano y fácil de fabricar–, llevaron a que su producción alcance cantidades absurdas: según la ONU, generamos 300 millones de toneladas de plástico por año, el equivalente a todo el peso de la población humana. Además, la mayoría de los productos plásticos están diseñados para ser descartados después de un solo uso.

 

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Todos podemos hacer algo para cuidar la playa: levantar un plástico, anotarse en un clean up o compartir este video. #ProtectParadise

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Pero las mismas propiedades que hacen que los plásticos sean tan útiles, como su durabilidad y resistencia, también hacen que sean casi imposible de descomponerse por completo en la naturaleza. Menos de la mitad de los plásticos descartados se recicla y la mayor parte no se degrada por siglos, sino que se fragmentan en trozos más pequeños.

Y pese a que insistimos en darles la espalda, los océanos son vitales para nuestro planeta. 

Los científicos coinciden en que la limpieza de los océanos llevará tiempo, pero que la crisis actual es reversible. El cambio empieza a través de acciones simples como decirle no a los sorbetes o llevar nuestra propia bolsa al supermercado, pero algunos emprendedores se animan a dar un paso más y hacer de la lucha contra la contaminación un estilo de vida.

Algunos de ellos participaron de la inspiradora campaña de Corona este verano en la costa argentina. Bajo la premisa de que «el plástico no pertenece al océano», cientos de voluntarios participaron de clean ups, o jornadas de limpieza,  en la que se recolectaron residuos de las playas de Pinamar, Mar del Plata y Quequén.

Cientos de voluntarios participaron de los clean ups de Corona. | FOTO: FVS

Convencidos de que llegó la hora de dejar de darle la espalda al mar, desde ACONCAGUA junto a Corona te acercamos las historias de estos verdaderos salvadores del océano:

1_UNPLASTIFY: una aventura de 10.000 millas contra el plástico

Tati Besada

Tati Besada cruzó el Atlántico para investigar el mal uso del plástico.

Literalmente, Tati Besada vivió durante años rodeada de basura. Esta activista argentina fue la líder de una cooperativa de reciclaje modelo en Nueva York,  que la llevó a tomar contacto con la problema del plástico. Por eso el año pasado embarcó en su velero Fanky, con la misión de recorrer el Atlántico para investigar los efectos del plástico en los océanos. “Navegamos durante semanas e incluso en medio de la nada, cuando el agua parecía totalmente cristalina, encontramos plástico: globos, redes, boyas, pelotas desinfladas y microplásticos”, explica a ACONCAGUA la co- directora Unplastify, un movimiento sustentable que explora y educa sobre la contaminación plástica de los mares.

A lo largo del viaje en alta mar junto a su pareja y un par de voluntarios, recolectaron muestras para un instituto norteamericano, encargado de estudiar la distribución y la cantidad de microplásticos en el océano. Durante los seis meses que duró su odisea, recorrieron cerca de 10.000 millas náuticas y conocieron 24 puertos.

Tati tomó muestras de agua que sirven para analizar la cantidad de plástico en los distintos mares.

La exploradora tiene la certeza de que el problema no es el material, sino su uso (y abuso). “El plástico está siendo mal utilizado: demora cientos de años en degradarse y se usa en productos descartables, con una vida útil muy corta”, sostiene.

Ya con los pies en tierra firme, este año Besada y su equipo continuarán su trabajo de concientización a través de programas educativos en escuelas de Argentina, Uruguay y Chile. “La idea es involucrar a los estudiantes en la problemática, a través de un juego que los invita a pensar, desarrollar e implementar estrategias para desplastificar sus propias escuelas.”

2_MARNUESTRO: La alternativa ecológica para las olas

Marnuestro

“El consumismo masivo llevó a terminar con las raíces del surf, pero yo intento devolver al océano lo que se merece”, explica Vladimir Nicoletti.

“Antes de la revolución del plástico las tablas de surf se fabricaban sólo con madera y una vez que ya no servían no dejaban otro rastro más que la alegría de haberlas usado”, explica a ACONCAGUA Vladimir Tasat Nicoletti, creador de Mar Nuestro, un emprendimiento que fabrica tablas ecológicas a base de madera.

Tanto la fibra de vidrio como las resinas utilizadas por los surfistas son difíciles de digerir para el medioambiente. SurfScience estima que anualmente la producción de tablas de surf genera un promedio de 220.000 toneladas de CO2.

“Con tantos químicos, el surf dejó de ser un deporte amigable con el medio ambiente”, dispara Vladimir, desde Mar del Plata, la capital del surf argentino. Y agrega: “Es hora de prestar atención a cómo fabricamos y utilizamos las cosas porque el planeta lo está exigiendo y como sociedad debemos escucharlo”.

Arquitecto naval de profesión, Vladimir inició junto con compañeros de la facultad un proyecto que soñaba desde chico: fabricar tablas de surf. Sin embargo, a diferencia de las aproximadamente 400.000 tablas de surf estándar fabricadas al año en el mundo, este grupo de emprendedores compone tablas de madera que al entrar en desuso no contaminan el mar que tanto disfrutan.

[Leé más: Proteger el paraíso: la inspiradora campaña de Corona contra el plástico]

Las tablas sustentables de Mar Nuestro utilizan madera de Paulownia o kiri, un material resistente al agua y liviano. Además, en lugar de ser terminadas con una laminación convencional que utiliza químicos contaminantes, están rellenas con telgopor reciclado. “No tenemos desperdicios”, explica orgulloso Vladimir. Con los restos de madera el equipo fabrica skates, balance boards y simuladores de surf livianos y ecológicos.

3_EASYBRICK: construyendo un mundo más sustentable

En un galpón en el norte de Buenos Aires, cada minuto y medio una máquina produce un ladrillo de plástico reciclado. No se trata de los clásicos ladrillos de juguete, sino de verdaderos bloques atérmicos, impermeables e ignífugos que se utilizan para construir casas reales.

Hablamos de EasyBrick, una alternativa de vivienda sustentable creada por Marcelo Santiago. Preocupado por el déficit habitacional del país, Santiago ideó un sistema de construcción no convencional y ecológico. Con ladrillos de plástico reciclado de un kilo y muy, fáciles de encastrar, en lugar de tardar 90 días en construir una casa de 50 metros, consigue hacerla habitable en un tercio del tiempo. Y sin dañar al planeta.

La materia prima de este emprendimiento es el polipropileno, típico componente de tapitas de botellas de gaseosas; con 330 tapitas se puede conformar un bloque. La receta para un ladrillo reciclado funcional llevó cuatro años en perfeccionarse: tres capas de aire lo hacen totalmente aislante y un retardante de llama lo vuelve ignífugo.

“En Argentina hay barreras culturales que hay que franquear”, describe el creador de EasyBrick en diálogo con ACONCAGUA, “En muchas ciudades del mundo se construye con materiales prefabricados en seco, como lo son nuestros ladrillos. Pero acá todavía es sinónimo de poca calidad. Es difícil cambiar de hábitos pero el residuo en sí mismo es una oportunidad para la sociedad». 

4_MONA SWIMWEAR: Moda sustentable desde el fondo del mar

Mona Swimwear

Andrea Picasso logró combinar su dos pasiones: el diseño y la sustentabilidad.

Un buzo emerge de explorar las profundidades del mar con una red de pesca de plástico desechada. La suma a un montón de otros residuos plásticos que serán depurados en una fábrica. Los residuos se procesan, forman una fibra y luego una tela. Así se fabrican los trajes de baño de nylon reciclado de Mona Swimwear.

“Quería crear una marca de ropa que representara mi respeto y amor por el planeta”,  cuenta a ACONCAGUA la argentina Andrea Picasso, la mente creativa detrás del emprendimiento con base en California, EE.UU. Andrea pasó muchos años surfeando en Costa Rica, donde ratificó su pasión por el mar.

Trajes de baño hechos con redes del fondo del mar, la propuesta sustentable de Mona.

De infancia en Mar del Plata, donde nació su pasión por el mar, Andrea trabajaba de instructora de surf en Costa Rica y fue entonces que empezó a diseñar sus propios trajes de baño. Sus alumnas, chicas de todas partes del mundo, volvían de Costa Rica a su país con una prenda Mona en la mochila, encantadas con sus diseños y con el estilo de vida que representaban: una vida simple, rodeada de naturaleza y amor por el océano.

La marca se convirtió en un emprendimiento ambicioso. Se instaló en California y a su producción le agregó el propósito de reducir los residuos que quedan en el mar. “Desde el diseño hasta el envío elegimos usar productos reciclados y amigables con el medio ambiente”, explica Picasso sobre su marca, que se comercializa online.

5_SOULBAG: bolsas «plásticas» biodegradables 

Soulbag

Todo el plástico de los océanos podría cubrir la superficie de la Argentina.

El problema del plástico en los océanos atraviesa fronteras. Del otro lado de la cordillera, una empresa chilena inventó unas bolsas de plástico solubles en agua que no dañan al medioambiente. Soulbag es el emprendimiento de Roberto Astete y Cristian Olivares en Chile, uno de los primeros países en América Latina en prohibir el uso comercial de las bolsas plásticas.

El material de las bolsas está basado en alcohol polivinílico, que se desintegra al contacto con el agua sin contaminarla. Asete, director general de la empresa, asegura que “Lo único que queda en el agua es carbono y no tiene ningún efecto en el cuerpo humano».

De hecho, en las conferencias en que presenta su producto, ¡sus creadores beben frente al público el agua en el que disuelven las bolsas!

Una bolsa de plástico puede tardar hasta 400 años en disolverse por completo, ya que se trata de polietileno de baja densidad. En cambio, una bolsa de Soulbag se destruye en pocos minutos sin dejar rastro.

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Domingo

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