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Sure We Can: la emprendedora argentina que recicla vidas en Nueva York

Agustina Besada lidera un centro de reciclaje que recolecta 10 millones de latas y botellas por año. Pero también ofrece una oportunidad de reinserción social a los marginados en la capital global del consumo.

12 de septiembre de 17 . 15:32hs
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Azul Zorraquín

Murales de colores y obras de arte disfrazan el gigantesco galpón en el que se juntan unas 10 millones de latas y botellas por año. Los zumbidos alocados de las moscas y el chirrido de latas apiladas musicalizan la mañana neoyorquina.

En primer plano, se ven containers, cajas, bolsas, y detrás, graffitis de ovnis, flores, o de algún conejo con guantes. Bajo una sombrilla negra, una mujer ecuatoriana va contando las latas que juntó ayer.

“Hasta que no se llena – 53…54…- la bolsa no se cierra”. Lastenia no interrumpe la cuenta para responder. En cada bolsa pone 240 latas y sostiene: “En lo que va del día ya cerré cuatro bolsas”.

Desde Brooklyn, unos 500 canners recuperan más de 10 millones de latas por año. | FOTO: SWC

Lleva una gorra azul que la protege de los rayos de sol tajantes de agosto en Nueva York. Ella, junto a otros 500 canners –como se llaman aquí a quienes hacen una vida de juntar envases– son parte de Sure We Can (SWC), una organización sin fines de lucro de recolección de latas y botellas que cada año evita que más 10 millones de envases terminen en basurales.

La ONG nació en el corazón de Manhattan hace 10 años. Sin embargo, al igual que muchos neoyorquinos que prefieren vivir alejados del ruido y del agobio de los rascacielos, migró a Bushwick, un barrio en el noreste del distrito de Brooklyn.

Pero no solo cambió de ubicación geográfica. En los últimos tiempos, SWC también cambió su liderazgo y hoy quien lleva adelante esta inspiradora iniciativa es una joven argentina.

 

Agustina Besada lidera un inspirador equipo de 500 personas en la Gran Manzana. | FOTO: SWC

Se trata de Agustina Besada, una apasionada por la sustentabilidad, los residuos y el flujo de los materiales, quien hoy ocupa el cargo de Directora Ejecutiva en la organización.

Diseñadora Industrial de carrera, se volcó muy temprano al mundo de tercer sector y su vocación la llevó hacer una maestría en gestión de sustentabilidad en Estados Unidos.

“A SWC llegué de casualidad, por una amiga argentina. Empecé como voluntaria y me fui involucrando gradualmente. Después, me invitaron a formar parte del directorio y Ana [Martínez de Luco, monja fundadora de SWC] me fue insistiendo para que tomara su lugar», cuenta «Tati”, como se la conoce por estos pagos, en una charla con ACONCAGUA. Y agrega: «A mí me parecía una locura, pero empecé a planteármelo en serio y tenía sentido por donde lo mire. Era una oportunidad única y un desafío enorme así que lo acepté”.

Hace un año y medio es la directora general y se ocupa de gestionar equipos grandes de gente y coordinar programas diversos en este espacio.

Redención de 5 centavos

La ciudad de Nueva York es una de las ciudades más caras para vivir en Estados Unidos. Entonces, la pregunta se impone: ¿cómo es posible ganar dinero juntando latas?

Hay una explicación: en el Estado de New York, el “1983 Bottle Bill” cobra un depósito reembolsable de 0.05 US$ en la mayoría de las bebidas. Esto fomenta el reciclaje y le permite a los homeless y personas  de bajos recursos, recolectar latas y botellas que otros desechan.

A esta tarea de recolección que aquí se conoce como canning, ya que la traducción literal de «lata» es can. Sin embargo, el nombre de la organización en inglés suena más acertado, ya que es un juego de palabras entre dos significados. Can también es el verbo “poder”. Sure We Can. Juntando latas, “seguro que podemos” ayudar, y mucho.

En este proceso de redención de los 5 centavos, se redime también, a los voluntarios que se acercan a este rincón de la Gran Manzana. Es que así como las latas desechadas todavía tienen valor, a las personas que son expulsadas del sistema, en la ONG se las impulsa y ayuda.

Además, antes no existía un mercado formal dónde venderlas y los canners debían hacer el trabajo en las calles. «SWC les facilitó un espacio para trabajar, y gracias a Ana y Eugene [Gadsen, fundador], este lugar se registró como un centro de reciclaje y recepción de materiales», cuenta Besada, líder de un equipo que pasó de 2o idealistas a más de 500 voluntarios, en su mayoría de la comunidad hispana pero también de la asiática y la afroamericana.

Tal como las latas desechadas que todavía tienen valor, en SWC las personas que son expulsadas del sistema encuentran una redención.

Otro de los focos de la organización, es brindar contención social a los más vulnerables. Muchas personalidades poco amigables, cerradas al mundo tras años de sufrimiento en las calles, encuentre un lugar para abrirse y hablar. “En un momento me veía inmersa en un rol de asistente social para el que no estaba preparada y sentía que no estaba ayudando; después me di cuenta de que estas personas necesitaban un café o alguien que los escuche, nada más”, explica Besada, con un dejo de emoción en la voz.

Así, la joven argentina fue acercándose a los canners y haciéndose amiga de ellos, involucrándose con cada uno y comprometiéndose con sus problemáticas.

Economía circular

El proceso que se realiza en este Redemption Center, como ellos mismos lo definen, es un ciclo. Los canners hacen la recolección por las calles de la ciudad. Después, todo el material recolectado se clasifica entre latas o botellas y éstas últimas, a su vez, en plástico o vidrio.

Si, además, los envases se clasifican por distribuidor, el sueldo es más alto. Y en una última instancia, las bolsas pasan al sector de almacenamiento y cada contenedor, clasificado por distribuidor, agiliza la carga a los respectivos camiones.

Sin embargo, Sure We Can es como una cebolla: si bien es principalmente un centro de reciclaje, tiene muchas otras capas que lo conforman.

El programa de Compost, por ejemplo, es uno de los más importantes y en él trabajan con restaurantes y cafés de la zona, recolectando sus residuos orgánicos con el fin de convertirlos en tierra fértil.

El objetivo es reducir los desechos en la zona de Bushwick y el este de Williamsburg. La tierra se vende a huertas comunitarias y se trabaja a mano; en total se desvían 50 toneladas de residuos orgánicos cada año.

Otra arista es la de gardening, o jardinería, en donde el producto de compost resulta en una huerta y un invernadero.

Además, SWC funciona como un centro de educación para escuelas y niños, con el propósito de generar conciencia ambiental. Inclusión social, reciclaje y sustentabilidad son las ideas que buscan implantar en las cabecitas de los estudiantes.

Mientras otros en Nueva York reciclan por dinero, nosotros lo hacemos por la gente.

Por último, el centro también trabaja con artistas locales con el fin de embellecer el lugar. En esta alianza creativa se utilizan materiales reciclables y se buscan plasmar los tópicos que representan a la organización.

Si bien existen otros emprendimientos de reciclaje de basura en la capital mundial del consumo, SWC se distingue por ser una organización sin fines de lucro. “Mientras otros lo hacen por el margen de dinero, nosotros lo hacemos por la gente”, compara»Tati».

Desde la ONG sostienen que hay una visión global e integral detrás del trabajo. «La idea es unir y educar sobre el reciclaje en un clima de amistad y comunidad», dicen.

Eugene Gadsen, uno de los fundadores de la iniciativa, acaba de cumplir 60 años y los festejó con su familia, que es la de SWC. Oriundo de Carolina del Sur, su historia también tiene mucho de redención: Eugene solía trabajar de chef en un restaurante de Manhattan hasta que tocó fondo.

“Cuando empecé a juntar latas me veía perdido en las drogas y el alcohol; solía hacer locuras y hoy estoy muy agradecido de haber encontrado una salida con el canning”, comparte en diálogo con ACONCAGUA. 

Uno de los co-fundadores de SCW, Eugene Gadsen, encontró en el reciclaje una nueva oportunidad. | FOTO: AZUL ZORRAQUÍN

Por su magnitud, SWC se enfrenta a muchos desafíos diariamente. “Requiere mucha logística manipular el volumen que manejamos”, explica Besada. “Recibimos 40,000 unidades por día en promedio”.

De cara al futuro, la joven argentina sostiene:  “La idea es que SWC no dependa de un líder que empuja todo sino que sea una organización madura que funcione por sí sola”. Para ello, promueven la inclusión de los canners en todas las decisiones; ellos forman parte del directorio y se les consultan todas las ideas. La visión, entonces, es asegurar el espacio pero también asegurar la sustentabilidad de la organización a lo largo del tiempo.

Y si bien la ONG no depende de donaciones, las recibe gustosa: cada aporte, por menor que parezca, significa una mejora en el funcionamiento del centro de reciclaje.

Ya entrada la noche, Seneida, otra canner latina, sigue contando botellas de agua.  Se queja de que es martes porque después de tanta fiesta el fin de semana, los neoyorquinos le dan tregua a sus hígados y no toman cerveza.

El espacio de trabajo, que parecía un caos horas atrás, ahora se divide en líneas invisibles perfectamente definidas donde cada uno tiene un rol y desempeñaba su tarea a la perfección.

Entre ellos Lastenia, que seguía contando bajo la sombrilla, “81, 82, 83…” ya había cerrado otra bolsa de latas. Una más.

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  • Ramon . 09:29hs

    Que buena nota, que placer leer algo asi. Los felicito!!

  • Maria Jose . 16:22hs

    Tremendo el trabajo de SCW. Me encanto la nota!!!

  • Ineshita . 19:19hs

    Qué interesante esto! No sabía q existía algo así en NY. Excelente nota.

  • Mariana . 14:07hs

    Excelente la nota sobre SWC !! Muy interesante ! Los felicito

Domingo

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