Maldecir, insultar, o simplemente putear en voz alta, puede aumentar nuestra fuerza y ayudarnos a soportar el dolor.

Al menos así lo asegura el doctor Richard Stephens, psicólogo y líder del Laboratorio de Investigación de Psicobiología de Keele University, en Gran Bretaña.

Extrajo esta curiosa conclusión luego de dos experimentos. En el primero, sometió a 29 participantes a un corto e intenso ejercicio en una bicicleta fija. En el segundo, estudió a 52 voluntarios mientras realizaban levantamiento de pesas.

En ambos casos, se los evaluó dos veces: la primera en silencio y la segunda gritando e insultando al aire.

Descubrió que su rendimiento en las bicicletas era superior cuando lo hacían injuriando, y que su fuerza y resistencia aumentaba hasta un 8% al levantar pesas del mismo modo.

El sistema nervioso simpático aumenta la fuerza, la frecuencia cardíaca y nos prepara para situaciones de acción.

El científico no logró determinar con exactitud el proceso psicofísico que genera este fenómeno, pero estima: “Una posible razón se debe a que insultar estimula el sistema nervioso simpático, y eso hace latir más fuerte al corazón”.

Al medir la frecuencia no encontró variaciones,  pero de todos modos el estudio fue presentado en la Conferencia Anual de la Sociedad Británica de Psicología.

Seres emocionales

Por estos pagos, Alejandra Florean, psicóloga especializada en deporte y Presidenta de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina, admite que somos seres “pensantes y emocionales”, y eso puede influir en nuestro desempeño físico.

“Puede estar asociado a una emoción específica que se busca conseguir con una palabra determinada”, sostiene la psicóloga de las divisiones juveniles del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. “Asociamos palabras con emociones que luego afectan directamente a nuestra acción”, ratifica, en diálogo con ACONCAGUA.

No obstante, advierte, cada deporte tiene su “cultura específica”, como los patinadores artísticos que, para realizar determinados movimientos, utilizan palabras como “arriba”, “salto” o “fuerza”.

No descarta el estudio británico, pero descree de una relación directa entre el insulto y el rendimiento: “Creo que es algo muy individual. Todos tenemos ciertas actitudes que ayudan a potenciarnos”.

Por su parte, Facundo Segura Barral, preparador físico, coach de Crossfit y competidor de levantamiento olímpico, destaca: “Cualquier insulto o berrinche tiene un resultado negativo. Al igual que decir ‘no puedo’ o ‘me pesa’. Tarde o temprano, uno se lo termina creyendo y genera un mal clima”.

Todos tenemos ciertas actitudes que ayudan a potenciarnos

El pesista está convencido de que la mejor forma de “encarar un entrenamiento” es de manera positiva, pero admite que antes de un levantamiento importante, suele dar un grito para sentirse más fuerte, mientras se dice “yo puedo”.

En cambio, existen otros defensores de las malas palabras, como el genial Roberto Fontanarrosa, que las consideran sencillamente irremplazables.

«Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o sonsa que es un pelotudo», dijo el escritor rosarino en una célebre conferencia en el Congreso Intarnacional de la Lengua Española.

Y agregó: «Atendamos estas condiciones terapéuticas de las malas palabras, que sirven para descargarse. Pido una amnistía para ellas,»

Está claro que las palabras evocan emociones y repercuten en nuestras acciones. Entre ellas se cuentan los nunca bien ponderados insultos, que como sostiene el Dr. Richard Stephens, en ocasiones pueden provocar reacciones inmediatas en nuestro cuerpo. ^^^