Hallazgo histórico e impactante: submarino estadounidense desaparecido hace más de un siglo aparece intacto frente a San Diego

La identificación reciente de un vestigio naval en el Pacífico ha devuelto a la superficie una historia de tecnología, memoria y respeto. A más de 400 metros de profundidad, un submarino estadounidense de principios del siglo XX permanece sorprendentemente intacto, ofreciendo pistas valiosas sobre su construcción y su final. La campaña, impulsada por el Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI) y la Marina estadounidense, combinó herramientas de vanguardia para observar con precisión milimétrica un lugar que, durante décadas, había sido apenas un punto en los mapas.

Un hallazgo que reescribe la cartografía submarina

En 2025, los fondos frente a San Diego revelaron la silueta completa de un sumergible de la era temprana. La ubicación aproximada ya era conocida desde los años setenta, pero no existían medios para inspeccionarla con detalle. La convergencia de vehículos tripulados y autónomos cambió ese paradigma.

El batiscafo habitable Alvin y el vehículo autónomo Sentry, desplegados desde el buque de investigación Atlantis del WHOI, trabajaron de forma complementaria. Sentry mapeó el terreno con precisión, mientras Alvin permitió la observación directa y la captura de imágenes en alta definición. “La combinación de estas dos capacidades ha transformado la exploración de aguas profundas”, afirmó Bruce Strickrott, responsable del grupo Alvin.

El casco reposa sobre su costado de estribor, con la proa orientada al noroeste, y conserva rasgos estructurales cruciales para la interpretación histórica. A pesar del paso de más de un siglo, las condiciones del fondo han favorecido un estado de conservación notable.

Una colisión en la niebla y una tragedia humana

La historia del naufragio se remonta a 1917, durante una prueba de ingeniería y rendimiento de 48 horas en ruta entre San Pedro y San Diego. Tres unidades operaban en formación —F-1, F-2 y F-3— cuando entraron en un denso banco de niebla que redujo la visibilidad a casi cero. En ese contexto, el F-3 chocó con el F-1 y provocó daños catastróficos.

El submarino se hundió en cuestión de segundos, dejando un saldo de 19 marinos fallecidos de los 22 tripulantes. Tres supervivientes fueron rescatados por el propio F-3, que permaneció en el área tras el impacto. El lugar se considera una tumba de guerra, y los equipos han decidido no intervenir físicamente el pecio para preservar su integridad y honrar su legado.

Tecnología para ver donde el ojo no alcanza

A esa profundidad, la presión del agua hace inviable toda inmersión humana convencional. Por ello, la misión se apoyó en vehículos especializados capaces de operar de forma prolongada y segura. Sentry realizó la búsqueda y localización fina, logrando identificar el objetivo en el primer día de rastreo; luego, Alvin recogió documentación visual y datos de proximidad.

Las plataformas integraron sistemas de imagen multimodales, capaces de generar correlaciones entre geometría, textura y daño estructural. El resultado es un conjunto de registros que respalda tanto la investigación histórica como la gestión patrimonial, con un énfasis claro en la no intrusión.

Entre los productos obtenidos destacan:

  • Fotografías digitales de alta resolución
  • Datos de sonar de gran precisión
  • Reconstrucciones numéricas del pecio
  • Modelos 3D con evidencia de deformaciones
  • Cartografías detalladas del sitio

Estas herramientas permiten construir una narrativa técnica de lo ocurrido en 1917 y facilitan la definición de medidas de conservación acordes con el estatus del lugar. La digitalización en 3D, además, acerca este patrimonio a públicos más amplios sin riesgo de alteración.

Una segunda pista en el mismo escenario

La campaña también documentó un Grumman TBF Avenger, bombardero-torpedero empleado por la Marina en entrenamientos de posguerra. El aparato cayó en la zona en 1950, y aunque había sido observado con anterioridad por equipos del WHOI, su identificación oficial por parte de la Marina se concretó con las inmersiones recientes.

Un detalle llamó la atención: el número “13” pintado en la nacela del motor, alusivo al escuadrón de entrenamiento del que formaba parte. A diferencia del dramático final del sumergible, en este accidente no hubo pérdidas humanas; la tripulación consiguió evacuar el avión antes del impacto con el mar.

Este doble registro —un submarino de la Primera Guerra Mundial y un aeronave de mediados del siglo XX— conecta épocas y tecnologías bajo un mismo horizonte oceánico. Dos historias separadas por décadas y unidas por la geografía de las profundidades.

Memoria, ciencia y respeto

El valor del hallazgo es doble: ofrece información científica y contribuye a un ejercicio de memoria que exige cautela. Los investigadores insisten en la importancia de limitar el contacto con restos que, además de objetos históricos, son lugares de duelo. La documentación remota y los modelos virtuales permiten estudiar sin perturbar, avanzar sin borrar huellas.

La alianza entre instituciones —WHOI, Marina estadounidense y expertos en patrimonio— muestra cómo la tecnología puede servir a la ética. Cada nueva misión en aguas profundas recuerda que el océano es archivo y santuario, y que su exploración responsable nos ayuda a comprender el pasado sin violentar su silencio.