Siete años después de la devastadora tormenta vaia, que sacudió profundamente los territorios alpinos en octubre de 2018, la lucha por el renacimiento de los bosques continúa sin cesar. Con vientos que alcanzaron los 200 km/h, Vaia se desplomó más de 14 millones de árboles, destruyendo 42.000 hectáreas de bosques entre Lombardía, Véneto, Trentino-Alto Adigio y Friuli-Venecia Julia. Pero la naturaleza se está recuperando gradualmente gracias al proceso de regeneración forestal en curso, apoyado por intervenciones para contener la aparición del escarabajo de la corteza, un parásito que amenaza aún más la salud de las plantas.
En Véneto, en municipio de enego – el más impresionado por Vaia – Las obras de recuperación permitieron restaurar 31 de las más de 1.000 hectáreas devastadas. gracias al compromiso de ciudadanos, instituciones y empresas. Y precisamente con motivo del séptimo aniversario, un nuevo proyecto de reforestación lanzado por Etifor y WOWnature tiene como objetivo sumar 30 hectáreas de bosque en la Llanura de Marcesina, sentando las bases para un bosque más resistente y diversificado, preparado para afrontar los desafíos del futuro.
Diversificar para hacer la naturaleza más resiliente
El proyecto de reforestación, ya iniciado gracias a la primera adopción de 3.000 árboles por parte de Alì Supermercati, prevé la plantación de hayas, alerces y abetos, con la integración de otras especies autóctonas como fresno de montaña, fresno de montaña, sauce y abedul, adecuadas a las duras características climáticas y de altitud de Marcesina. La disposición de las plantas seguirá un patrón irregular, con núcleos vegetales distribuidos en densidades aproximadas de 1.500/1.600 por hectárea. Este enfoque favorece una estructura natural del bosque, mejorando la estabilidad del ecosistema.
La diversificación de especies vegetales, tan deseada por el escritor Mario Rigoni Stern, es fundamental para garantizar la resiliencia de los nuevos bosques. De hecho, en el pasado, gran parte de los bosques estaban formados por abetos, vulnerables a los fuertes vientos y a los ataques de los escarabajos de la corteza debido a sus raíces poco profundas.
En el municipio con la mayor superficie afectada por Vaia, Enego, localidad situada al borde de la meseta de Asiago en el Véneto, se han realizado restauraciones 31 de las casi mil hectáreas se estrellaron a través de intervenciones que involucren a ciudadanos, comunidades locales, instituciones y empresas. Con motivo del aniversario, la spin-off de la Universidad de Padua Etifor, en colaboración con WOWnature, lanza un proyecto de reforestación que pretende cubrir 30 hectáreas más en la llanura de Marcesina durante los próximos 5 años mediante la construcción de bosques más resilientes y diversificados en su composición de especies, resistentes a los fenómenos climáticos y a la epidemia de escarabajos de la corteza.
La tragedia de la tormenta Vaia nos enseñó a unirnos -ciudadanos, instituciones y empresas- en torno a los territorios afectados, uniendo fuerzas con el objetivo de restaurar los bosques de la Meseta, haciendo que los ecosistemas sean más resilientes. Estas intervenciones inevitablemente modificarán también la apariencia del paisaje, pero a diferencia de aquel octubre de 2018, en el que el hombre sufrió la modificación del paisaje de forma pasiva, hoy el cambio llega a través de una acción colectiva y consciente. Es evidente que todavía queda mucho trabajo por hacer en Enego, como en las demás zonas afectadas, pero hay que recordar que las intervenciones de plantación eficaces requieren tiempo, cuidados y recursos. En este sentido, la participación constante e intensa de entidades públicas y privadas después de siete años de Vaia es muy alentadora», explica Alex Pra, coordinador del Programa Forestal de Etifor.
El renacimiento de los bosques de Enego
Una de las zonas más afectadas por Vaia fue la Piana di Marcesina, en el Altopiano dei Sette Comuni. Gran parte de esta vasta llanura, conocida como “Finlandia de Italia” debido a su duro clima, se encuentra en el municipio de Enego, pero también involucra a los municipios venecianos de Foza, Gallio y Asiago y al municipio trentino de Grigno. Y el propio Enego registró los mayores daños.
En el período inmediatamente posterior a la tormenta de Vaia, tras la restauración de los caminos forestales y la renovación natural, la zona se encontró ante la emergencia fitosanitaria provocada por el descortezador, un insecto que proliferaba atacando a las plantas vivas, pasando de una presencia normal a una epidemia. Para contener el problema, se han iniciado intervenciones extraordinarias para talar las plantas comprometidas y continuar con el seguimiento.
Paralelamente se inició la actividad de regeneración forestal a través de diversos proyectos en colaboración con instituciones y particulares sobre un total de 22,5 hectáreas, a las que se sumaron otras 8,5 cerca de Baita Lisser. donde el equipo de WOWnature plantó 12.000 árboles. Siguiendo la línea de proyectos anteriores, en los que los sectores público y privado colaboraron para el renacimiento del patrimonio natural, incluso el lanzado con motivo del séptimo aniversario, la adopción de árboles está abierta a cualquiera que quiera contribuir y participar en su plantación a través del sitio web especializado en proyectos de reforestación wownature.eu.
La tormenta Vaia azotó duramente nuestro territorio, borrando en pocas horas los bosques que durante casi un siglo protegían y caracterizaban la meseta y la llanura de Marcesina. – subraya Marco Frison, alcalde de Enego. – Hoy, gracias a los aportes públicos y al compromiso conjunto de particulares y del Municipio, estamos llevando a cabo proyectos de replantación que no solo apuntan a recrear el paisaje perdido, sino a reconstruir un ecosistema más fuerte y diversificado, listo para los desafíos del futuro. Cada árbol plantado representa una inversión en el futuro de nuestro medio ambiente y nuestra comunidad. Devolver la vida a los bosques devastados por Vaia significa dar nuevas esperanzas y contribuir al equilibrio ecológico. La montaña que renace es signo de nuestra resiliencia y de nuestra capacidad de mirar hacia adelante, con respeto a la naturaleza y responsabilidad hacia las generaciones futuras.
 
					