Después de 25 años, uno de los estudios más importantes sobre la seguridad del glifosato ha sido retirado (Monsanto estaba detrás)

Después de un cuarto de siglo, uno de los pilares sobre los que se sustentaba la defensa de la ciudad se derrumba glifosato. La prestigiosa revista Toxicología y Farmacología Regulatorias se retractaron formalmente del estudio de 2000 firmado por Williams, Kroes y Munro, que durante 25 años fue considerado un punto de referencia en la evaluación de la seguridad del herbicida más utilizado en el mundo.

La decisión, anunciada el 5 de diciembre de 2025, abre una inquietante visión de los mecanismos con los que la industria química ha influido en el debate científico y las decisiones regulatorias en Europa y en todo el mundo.

Los motivos de la retractación.

Lo que se suponía que sería un estudio independiente sobre la seguridad del glifosato y su producto comercial Roundup ahora resulta ser un caso de libro de texto de escritura científica fantasma. Durante el litigio en los Estados Unidos, surgieron documentos que muestran cómo Los empleados de Monsanto contribuyeron al artículo. sin ser mencionados nunca como coautores. Una práctica que socava el concepto mismo de investigación científica independiente.

Los autores denunciados, Gary M. Williams, Robert Kroes e Ian C. Munro, también habrían recibido una compensación financiera de Monsanto. por su trabajo, nunca declarado en la publicación. Una omisión que plantea dudas muy serias sobre la objetividad de toda la evaluación. El editor jefe de la revista, Martin van den Berg, intentó ponerse en contacto con el único autor vivo, Gary M. Williams, pero nunca recibió respuesta.

Quizás el aspecto más grave sea el de la metodología utilizada. La revisión se basó exclusivamente en estudios inéditos proporcionados por Monsanto, ignorando por completo al menos cinco estudios importantes sobre la carcinogenicidad a largo plazo del glifosato ya disponibles en 1999, el año en que se escribió el artículo. Estos incluyeron estudios realizados por institutos japoneses e indios que examinaron los efectos del herbicida en ratones y ratas durante períodos de hasta 24 meses.

Los autores admitieron que conocían otros estudios no disponibles, pero no explicaron por qué no habían intentado incluirlos en su análisis. Una elección que hoy parece todo menos aleatoria: limitándose a los estudios de Monsanto, la revisión podría fácilmente concluir que el producto no es cancerígeno.

Luego, la revisión utilizó un enfoque llamado «peso de la evidencia», una metodología válida en sí misma que implica evaluar todos los estudios disponibles. Pero cuando la evidencia se selecciona aguas arriba, excluyendo sistemáticamente aquellas que no le gustan al patrocinador, todo el castillo interpretativo se derrumba. Como señala la notificación de retractación, los posibles sesgos introducidos por las contribuciones no divulgadas de Monsanto y la exclusión de estudios existentes probablemente hayan distorsionado toda la interpretación de los datos.

Al final se lee:

A la luz de las cuestiones antes mencionadas, el (co)editor jefe ha perdido confianza en los hallazgos y conclusiones de este artículo y cree que su retractación es necesaria para preservar la integridad de la revista.

Veinticinco años de decisiones basadas en cimientos podridos

Las consecuencias de este engaño científico son incalculables. El artículo ha influido en las decisiones regulatorias sobre el glifosato en Europa y en todo el mundo durante décadas. Cada vez que la Unión Europea ha tenido que decidir si renueva la autorización para utilizar el herbicida, esta revisión ha sido citada como prueba de su seguridad. Miles de toneladas de glifosato se esparcieron por los campos europeos basándose en hallazgos que ahora sabemos que se construyeron con aportaciones directas de la empresa fabricante.

En la notificación de retirada, el editor jefe Martin van den Berg desea señalar que la decisión no implica una posición sobre la carcinogenicidad del glifosato en sí, sino que se deriva de la aplicación de las directrices del Comité de Ética de Publicaciones. Una aclaración necesaria, pero que no borra el hecho de que durante 25 años esa revisión contribuyó a configurar el consenso científico sobre un producto controvertido.

¿Qué cambia ahora?

La retractación formal de este estudio abre nuevos escenarios. Las autoridades reguladoras europeas inevitablemente tendrán que reevaluar las decisiones tomadas basándose en literatura científica que ahora resulta comprometida. Incluso los procesos judiciales en curso contra los productores de glifosato –Bayer adquirió Monsanto en 2018– podrían encontrar en esta retractación un nuevo elemento a favor de los demandantes.

Pero, sobre todo, este caso nos recuerda que la batalla por la salud pública y el medio ambiente también se libra en el terreno de la integridad científica. Cuando la línea entre la investigación independiente y las relaciones públicas corporativas se vuelve demasiado delgada, la credibilidad misma de la ciencia queda comprometida. Y con ello, nuestra capacidad para tomar decisiones informadas sobre los riesgos que estamos dispuestos a aceptar.

Los problemas finalmente han llegado a un punto crítico.

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