Los esfuerzos globales para contener el aumento de las temperaturas no son suficientes. En el escenario actual, se espera un aumento de 2,9 °C para finales de siglo La demanda de petróleo seguirá creciendo hasta 2050.
Una noticia que ojalá remueva conciencias y conduzca a la implementación de todas las herramientas necesarias en las mesas de negociación actualmente abiertas en Belém, Brasil, con motivo de la COP30.
Así lo indica el World Energy Outlook 2025 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que señala un peligro inminente: la abundancia de petróleo y gas y los precios más bajos corren el riesgo de generar una peligrosa complacencia hacia los combustibles fósiles, socavando los objetivos climáticos globales.
El petróleo y el gas gozan de excelente salud
Si se analizan las proyecciones a corto plazo descritas en todos los escenarios del informe, surge una previsión de amplios suministros mundiales de petróleo y gas. El mercado del petróleo, a pesar de la fragilidad geopolítica, refleja esta situación con precios estables. El mercado del gas, sin embargo, está impulsado por un aumento masivo de los proyectos de exportación de gas natural licuado (GNL) y un aumento de la inversión en nuevos proyectos. Esto se traduce en un aumento del 50% en la disponibilidad global de GNL, concentrado mayoritariamente en Estados Unidos y, en menor medida, en Qatar.
Pero ¿por qué ocurre esto en la era de la electrificación?
Porque, al mismo tiempo, crece la necesidad global de servicios energéticos para movilidad, calefacción, refrigeración y usos industriales. En particular, las economías emergentes –encabezadas por India, el Sudeste Asiático y países de Medio Oriente, África y América Latina– están moldeando cada vez más la dinámica del mercado energético, recogiendo el testigo del crecimiento que había estado dominado por China hasta 2010.
El atractivo del petróleo y el gas
El World Energy Outlook 2025 envía una advertencia clara: no se dejen fascinar por el petróleo y el gas.
En primer lugar, porque ambos suministros están sujetos a riesgos geopolíticos, pero también porque volver a recurrir a los combustibles fósiles es muy fácil: políticas de transición energética más débiles y precios más bajos de los combustibles siempre están a la vuelta de la esquina.
El escenario de 2,9 °C para 2100
En el escenario de la política actual, la trayectoria de dependencia de los combustibles fósiles es incompatible con los objetivos climáticos. Si las políticas actuales no cambian drásticamente, la demanda de petróleo aumentará a 113 millones de barriles por día para 2050, mientras que la demanda de gas natural crecerá a 5.600 mil millones de metros cúbicos.
En este escenario, la producción de petróleo de la OPEP+ en 2050 sería un 15% superior a cualquier valor histórico.
Inercia catastrófica
El impacto de tales políticas conducirá a la inercia climática, es decir, a la persistencia de los efectos de los gases de efecto invernadero en el sistema incluso después de que se reduzcan las emisiones, con consecuencias catastróficas.
Las emisiones globales de CO₂ relacionadas con la energía aumentarán y se mantendrán en alrededor de 40 gigatoneladas por año hasta 2050. Este camino conduce a un aumento de la temperatura superficial promedio global de alrededor de 2 °C en 2050 y hasta 2,9 °C para 2100.
Se superó el objetivo de 1,5°C en todos los escenarios
El informe es explícito: se espera que el calentamiento global supere los 1,5°C en cualquier escenario, incluso aquellos que impliquen reducciones muy rápidas de las emisiones.
Noticias que, ya en la primera semana de la Conferencia de las Partes, señalan que el objetivo del Acuerdo de París – «limitar el aumento de la temperatura media global muy por debajo de 2 °C en comparación con los niveles preindustriales, apuntando a un umbral máximo de 1,5 °C» – ya no se ha cumplido.