El 17 de septiembre, cuando el invierno austral perdió fuerza, el hielo marino alrededor de la Antártida ha alcanzado su máxima extensión anual: 17,81 millones de kilómetros cuadrados. Una superficie equivalente aproximadamente al doble de Estados Unidos, pero 900.000 kilómetros cuadrados por debajo de la media registrada entre 1981 y 2010. La mala noticia es que se trata de tercer máximo más bajo en los últimos 47 años de detecciones satelitales, resultado que confirma una tendencia que comenzó en 2016.
Cómo medir el hielo
Los datos provienen de NASA y de Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo en Boulderen Colorado, donde los investigadores siguen diariamente la evolución del borde del hielo dividiendo el océano en una cuadrícula y contando los cuadrados cubiertos por hielo al menos en un 15%. Un método estandarizado que permite comparaciones precisas en el tiempo.
Una tendencia sin certezas
Desde antes de 2016, la Antártida ha experimentado varios inviernos récord o casi récord. Entonces algo cambió. Los últimos años han mostrado valores persistentemente bajos, con fuertes fluctuaciones que complican las previsiones. Walt Meier, científico del NSIDC, afirma: «Aún no está claro si la reducción de la capa de hielo en la Antártida persistirá. Por ahora, estamos vigilando esto».
El sistema que no se puede leer.
La cautela de Meier tiene una razón. Hielo marino antártico se comporta de manera diferente al ártico: vientos intensos y poderosas corrientes lo agitan continuamente, provocando expansiones y retrocesos no sólo ligados a la temperatura. Nathan Kurtzjefe del Laboratorio de Ciencias Criosféricas del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA, confirma que «la complejidad del sistema antártico hace que sea difícil predecir y comprender estas tendencias».
Ocho kilómetros desaparecidos en dos meses
Pero hay un suceso que ha dejado boquiabiertos a los científicos. En 2023, el glaciar hektoriaen el este de la Península Antártica, retrocedió cinco millas en sólo dos meses. Se trata del retroceso más rápido jamás documentado en los tiempos modernos, comparable a los colapsos que marcaron el final de la última edad de hielo. El estudio, publicado en Naturaleza Geociencia y liderado porUniversidad de Colorado en Boulder con la colaboración de la Universidad de Swansea, reveló mecanismos preocupantes.
La llanura de hielo que aceleró el colapso
Adrián Luckmanglaciólogo de Universidad de Swansea y coautor de la investigación, explica: «Normalmente los glaciares no retroceden tan rápido. Las circunstancias pueden ser un poco peculiares, pero esta escala de pérdida de hielo muestra lo que podría suceder en otras partes de la Antártida, donde los glaciares están ligeramente arraigados y el hielo marino pierde su control».
El glaciar Hektoria descansaba sobre una llanura de hielo, una extensión rocosa bajo el nivel del mar. Cuando comenzó la retirada, esta configuración permitió que grandes porciones de hielo se rompieran en rápida secuencia. Los dispositivos sísmicos registraron terremotos glaciales, lo que confirmó que el hielo todavía estaba anclado al suelo durante el colapso. Por tanto, no se trataba de hielo flotante, sino de una masa que contribuyó directamente al aumento del nivel del mar.
La alarma por los glaciares más grandes
Hektoria cubre unos 290 kilómetros cuadrados, una superficie pequeña para los estándares antárticos. Pero su colapso representa una alarma. Ted Scambosun científico investigador senior del Centro de Observación y Ciencias de la Tierra de CU Boulder, advierte: «Este tipo de retirada de relámpagos realmente cambia las posibilidades para otros glaciares más grandes en el continente. Si las mismas condiciones ocurren en otras áreas, el aumento del nivel del mar podría acelerarse dramáticamente».

El legado de Larsen B.
El evento está vinculado al colapso de la plataforma de hielo Larsen B, ocurrido hace 23 años. Ese colapso desencadenó una cascada de cambios que todavía hoy remodela el paisaje antártico.
El hielo marino no es sólo una hermosa extensión blanca. Refleja la luz del solmantiene estable la temperatura del océano y sustenta las redes alimentarias de pingüinos, focas y ballenas. Cuando cubre menos superficie, El agua oscura absorbe más calor.alterando los patrones climáticos incluso a miles de kilómetros de distancia.
Mientras tanto, las mediciones satelitales continúan mientras los investigadores intentan identificar otros glaciares con vulnerabilidades similares a las de Hektoria. El seguimiento continuo y la cooperación científica internacional siguen siendo las principales herramientas para comprender un sistema que cambia más rápido que las predicciones.