Hace treinta años, Julia Ortega juró que nunca trabajaría en el negocio familiar como productora de café. Hoy ella corre La primera finca de café neutra en carbono de México, Finca Los Pinosen su finca de 17 acres en el sierra norte de puebla. Lo que comenzó como una herencia renuente se ha convertido en una operación de café especial exportada a nivel mundial basada en la sostenibilidad.
Un comienzo vacilante en la granja
Ortega nació en una familia de productores de café que abarca cuatro generaciones. Observó a sus padres trabajar incansablemente mientras precios volátiles de las materias primas erosionado sus ingresos.

«El productor es siempre el más afectado por los precios», afirma. «Vi a mis padres trabajar muy duro y no me pareció rentable».
Decidida a evitar ese camino, se dedicó a la administración de empresas y al turismo cultural y desarrolló su carrera en una oficina. «Pasé toda mi vida en una oficina. Simplemente no podía verme en el campo», recuerda.
Su perspectiva no cambió cuando sus padres le regalaron una pequeña parcela de tierra sin uso.
«En lugar de sentirme emocionado, lo sentí como una carga. Pensé: ¿Qué voy a hacer con esto?».
Descubriendo sus raíces
Durante años, la tierra permaneció intacta, hasta que un tranquilo paseo entre los árboles lo cambió todo.
«Caminar por el campo te conecta con algo más profundo», dice. «Se oye el canto de los pájaros y el susurro de las hojas. Fue entonces cuando me di cuenta: de aquí es de donde vengo«
ella decidió crecer cafe organicocombinando su amor por la naturaleza con el deseo de protegerla. En ese momento, el café orgánico era un nicho de mercado en México y en general se consideraba no rentable.


«Todos me dijeron que no funcionaría», recuerda. «Pero la verdad es que soy testaruda. No escuché».
Hoy, Finca Los Pinos es carbono neutral desde hace seis años, Habiendo evolucionado de un pequeño experimento a un punto de referencia para la producción sostenible de café. en mexico.
Convertir los reveses en oportunidades
A mediados de la década de 2000, Ortega enfrentó serios obstáculos. Administrar la granja en solitario le había cobrado un precio mental, y roya del cafeun hongo devastador, comenzaba a arrasar sus plantas.
“Le dije a mi marido: ‘No creo que podamos sobrevivir’”, dice. Los dos habían mantenido deliberadamente sus carreras separadas, hasta que la crisis obligó a un cambio.
Su marido, agrónomo, propuso una solución audaz: replantar toda la finca con variedades resistentes a la roya. Requirió eliminar árboles sanos y hacer una apuesta financiera importante.
“Pensé que nos llevaría a la quiebra”, dice Ortega. «Pero fue la mejor decisión que pudimos haber tomado».


Su experiencia agrícola, junto con sus instintos comerciales, transformaron el futuro de la granja.
Cada frijol cuenta
Hoy en día, Finca Los Pinos produce café orgánico de calidad especial, con un rendimiento de alrededor de 50 sacos de 70 kilogramos cada uno (154 libras) en cada cosecha. Pero Ortega no se limita a los frijoles.
«La palabra ‘residuos’ no existe en esta granja».
La pulpa del café se convierte en abono o harina rica en proteínas; los posos gastados se utilizan para jabones y exfoliantes hechos a mano; Los granos premium se convierten en licor de café.
La finca también ofrece agroturismo de bajo impacto, desarrollado con el apoyo de la Comisión Nacional para la Biodiversidad de México, brindando a los visitantes una mirada cercana a la producción sostenible de café en una región protegida.
Innovación que nace de la experiencia
Para Ortega, el cultivo del café es al mismo tiempo una ciencia y un arte. Su enfoque práctico incluye un método que ella llama en broma “dentómetro”: morder ligeramente un frijol para comprobar si está listo.


«Cuando tocas el café, suena y se siente de cierta manera», dice. «Solo sabes cuando está listo».
En una cosecha, se averió una máquina procesadora. En lugar de perder la cosecha, se arriesgó e intentó secar cerezas de café enteras, un método rara vez utilizado en el clima húmedo de Puebla.
El proceso duró 25 días. El resultado: un lote de alta puntuación con un sabor excepcional.
“La gente no lo podía creer”, se ríe. “Me dijeron: ‘¡Esperamos que su máquina se estropee más a menudo!’ A veces las mejores innovaciones surgen de las crisis”.
De Puebla para el mundo
Lo que comenzó como una parcela familiar ahora exporta entre el 60% y el 70% de su café a Dinamarca, Japón, Estados Unidos, Arabia Saudita y el Reino Unido.
En México, Ortega vende a grandes tostadores, restaurantes con estrellas Michelin y pequeños microtostadores locales.


«Ponieron toda su pasión en ello», dice. «A veces se preocupan más por la calidad que las grandes empresas porque están cara a cara con sus clientes».
La granja está certificada como orgánica en México, Estados Unidos y Canadá, un paso costoso pero crucial, señala Ortega, para mantener la confianza de los consumidores en medio de preocupaciones generalizadas sobre fraude alimentario.
Escasez de mano de obra en el México rural
Finca Los Pinos emplea a 10 personal permanenteampliándose a 15-20 durante la cosecha. Pero Ortega dice que encontrar trabajadores agrícolas es cada vez más difícil.
“El sueño de muchos jornaleros es trabajar en Estados Unidos”, explica. «Van al norte a trabajar en viñedos y campos de fresas, donde las empresas extranjeras pagan mejor».
Su preocupación va mucho más allá de su granja: «Sin agricultura, no tenemos alimentos. Es así de simple».
Vida arraigada en el campo
El día de Ortega comienza a las 5:30 am con un desayuno de cafe con pan antes de pasar entre tareas administrativas y largas horas en el campo. Durante la cosecha, suele terminar después del atardecer.


«Cuando trabajas en una granja, no hay horario de oficina», dice. «La naturaleza te ata. Te arraiga en el lugar».
Cuando su marido le sugirió una vez mudarse a una ciudad más grande, ella se negó. “Dejar el campo sería dejar una parte de mí”.
Un legado basado en el impacto
Para Ortega, el éxito no se define por el beneficio, sino por influencia e impacto comunitario. Las granjas vecinas han adoptado sus prácticas de conservación y los visitantes suelen salir inspirados.
En una gira, una mujer se adelantó y preguntó: “¿Te acuerdas de mí?” Resultó ser la maestra de infancia de Ortega.
«Ella me dijo: ‘Julia, siempre quisiste ser una superheroína y ayudar al planeta. Tal vez no seas la Mujer Maravilla, pero estás haciendo exactamente lo que debías hacer'».
Momentos como ese le recuerdan a Ortega por qué hace este trabajo: Una finca, una comunidad y un grano de café a la vez.