Desde el 23 de marzo, Corea del Sur ha enfrentado el fuego más destructivo en su historia. Las llamas, comenzaron desde el condado de Uiseongse propagaron con impresionante rápidamente en la provincia de Gyeongsang Norte, alimentado por fuertes vientos y sequía prolongada.
Según las estimaciones oficiales, el incendio ya ha quemado más de 33 mil hectáreas de tierra, causando al menos 27 víctimas y obligando a miles de personas a evacuar. Entre las estructuras dañadas también hay una verdadera pieza de la historia: el Templo de Gounsa, un monasterio budista de 1.300 años, ha sufrido daños graves, junto con más de 250 casas.
El alcance del fuego visto desde el espacio
El drama del evento fue capturado por los satélites del programa europeo Copérnicoque proporcionan datos de código abierto fundamentales también para monitorear los incendios forestales a nivel mundial.
La imagen adquirida por el satélite Sentinel-3 el 25 de marzo de 2025 muestra una densa columna de humo gris que se extiende al Mar de Japón, visible incluso desde cientos de kilómetros de distancia:
Estos datos satelitales no solo son espectaculares: son cruciales para evaluar la extensión de daños, coordinar las operaciones de emergencia y planificar las intervenciones de restauración ambiental. Los mapas generados con los datos de Copérnico ayudan a las autoridades a localizar brotes activos, estimar la superficie afectada y planificar las evacuaciones.
Una alarma climática
Los incendios de este alcance ya no son eventos raros. El cambio climático, con su efecto directo en el aumento de las temperaturas y la reducción de la humedad, está haciendo que los incendios forestales sean cada vez más frecuentes e intensos incluso en regiones que históricamente no tenían alto riesgo.
La catástrofe que golpeó a Corea del Sur, y de la cual apenas encontramos noticias en estas partes, es otra señal de alarma que recuerda la necesidad de políticas de adaptación climática, prevención activa y protección de los territorios forestales.