Nacido para una misión por la paz: Los orígenes poco conocidos del barco pirata de Puerto Vallarta, el Marigalante

Durante décadas, fue un espectáculo flotante: un barco pirata rugiente y alegre al estilo de Las Vegas, en llamas con fuegos artificiales, peleas de espadas y la promesa siempre cambiante de tequila todo lo que puedas beber.

Cada noche, bajo el cálido crepúsculo mexicano, los turistas de Puerto Vallarta acudían en masa a ella, encantados por sus promesas de capa y espada. La música sonó a todo volumen, las risas resonaron por toda la bahía y el Marigalante zarpó en un estallido de juerga.

La historia de la Marigalante.

mariagalante

Pero detrás de su deslumbrante teatralidad había un comienzo más gentil y noble, que pocos a bordo conocieron, mientras chocaban vasos y animaban a los bucaneros empuñando alfanjes de plástico. El Marigalante no siempre fue una fantasía cursi alimentada por tequila. Nació de un sueño mucho más tranquilo.

Una réplica a escala real y en condiciones de navegar de uno de los tres barcos que navegaron por el Atlántico en 1492, la Santa María de Cristóbal Colón, fue cuidadosamente diseñada para servir como embajadora flotante de paz, historia y diálogo cultural. No estaba hecha para multitudes ni cócteles, ni para disparos de cañones y fotografías. Fue concebida como un símbolo.

Su historia se extiende a través de océanos y décadas. Desde un astillero olvidado en Veracruz hasta los puertos lejanos del mundo, desde la misión diplomática hasta la fiesta flotante y, finalmente, hasta la quietud definitiva bajo las olas.

El viaje del barco inició en Veracruz

El viaje del Marigalante comenzó a principios de la década de 1980, en la bulliciosa ciudad portuaria de Veracruz. Al mando de la visión estaba Vital Alsar Ramírez, un científico y marinero de origen español que había hecho de México su hogar adoptivo. Conocido por realizar viajes épicos por el océano en humildes balsas, Alsar había estado fascinado durante mucho tiempo por la capacidad del mar para conectar personas y culturas. Pero sus ambiciones se habían vuelto mayores. No más balsas. Quería un galeón.

Así comenzó el Proyecto “Mar, Hombre y Paz”, una misión marítima moldeada no por la conquista, sino por la comprensión y el significado.

El Marigalante fue construido utilizando técnicas tradicionales de construcción naval. Su casco estaba hecho de caoba y teca, sus vigas de pino, cada madera equipada con cuidado. El objetivo no era la nostalgia teatral, sino la integridad histórica. Estaba destinada a ser una mensajera, enarbolar una bandera blanca de paz, navegar no para entretener sino para unir.

Cruzando océanos como su modelo

La Santa MaríaLa Santa María

Pero los sueños, como los barcos, son cosas caras. Cuando El peso mexicano se devaluó bruscamente en 1982el proyecto se estancó. El Marigalante, casi construido, permaneció atado y olvidado durante varios años, sin terminar, sin ser celebrado y desgastado lentamente por la sal y el tiempo.

Finalmente, regresaron los fondos, se reanudó la construcción y finalmente se completó el Marigalante. Y durante una breve y brillante temporada, vivió su propósito.

Ella cruzó océanos, Atracando con fanfarria en Españadesfilando entre multitudes en Brasil, deslizándose por las esclusas del Canal de Panamá e incluso inclinándose suavemente hacia los puertos japoneses. En cada puerto, ella no ofrecía conquista sino conversación. Ella era un recipiente de diplomacia. Era un museo flotante que servía de puente entre siglos.

La mudanza a Puerto Vallarta

Sin embargo, las misiones nobles a menudo se convierten en realidad, y mantener un galeón de madera a gran escala, especialmente uno destinado a navegar internacionalmente, resultó más costoso y complejo de lo que el idealismo podía sostener. El Marigalante fue vendido a propietarios privados y su rumbo cambió permanentemente.

La trajeron a Puerto Vallarta, donde la industria turística bañada por el sol recibió su transformación con los brazos abiertos. Y así comenzó una nueva era de lentejuelas y peleas escénicas.

Fue adaptada para gafas. Altavoces, malabaristas de fuego, duelos de espadas coreografiados y fuegos artificiales nocturnos llenaban ahora sus cubiertas. Cada noche, navegaba hacia el horizonte, con el vientre lleno de turistas y sus maderas resonando con risas, música y el tintineo de copas de cóctel.

El capítulo dramático final.

Para los miles de personas que lo abordaban cada año, era simplemente un barco pirata realmente genial. Pero debajo del brillo y el humo, quedaron ecos de su vieja alma.

Su nombre, Marigalante, una reinterpretación lírica de María Galante, uno de los primeros nombres del buque insignia de Colón, permaneció grabado con orgullo en su casco. Su estructura de madera aún conservaba los huesos del barco que una vez navegó por la paz. Su esencia permaneció, aunque sólo sea en silencio.

Luego, en un giro casi demasiado poético para creerlo, su historia cerró el círculo el fin de semana del Día de la Raza. El 10 de octubre, bajo los cielos que alguna vez la vieron navegar en gloria, el Marigalante vivió su último y más dramático capítulo.

Los detalles aún están bajo investigación, pero lo que se sabe es que comenzó a llenarse de agua. Mientras los curiosos se reunían en las playas cercanas, ella se balanceó pesadamente y luchó por mantener el equilibrio. Finalmente, se rindió al mar que una vez había gobernado.

Milagrosamente nadie resultó herido. Pero la imagen de su hundimiento, majestuoso y trágico, ha dejado a la comunidad aturdida. Un punto de referencia flotante, un amigo familiar, había desaparecido.

Reemplazar lo irreemplazable

En los días siguientes, se habló de rescatarla y restaurarla. Pero en cambio, un barco gemelo ocupará su lugar: el Jolly Roger, otra réplica del Santa María, está siendo reubicado desde Cancún y se espera que comience las giras a fines de 2025, si todo va según lo planeado.

A diferencia de su predecesor, el Jolly Roger fue diseñado desde el principio para el entretenimiento. Estará equipada con comodidades modernas y atracciones actualizadas, cada centímetro construido para deslumbrar. Pero aún está por verse si heredará el alma de su hermana hundida.

La vida de Marigalante plantea preguntas más profundas sobre la preservación, la mercantilización de la cultura y cómo recordamos el pasado. Pasó sus últimos años como parte de una fiesta, sí, pero nació de algo mucho más idealista.

Construido en paz, ligado a la conquista

En su forma más temprana, fue un recipiente de diplomacia y memoria histórica. Su vida posterior fue un crucero de fantasía para recién casados ​​y vacacionistas de primavera. Ambas historias son ciertas y ambas son la de ella. Y al final, la Marigalante no fue ni plenamente lo uno ni lo otro. Ella era una contradicción flotante de un barco, construido para curar y disfrazado para entretener.

Incluso su propio modelo, el Santa María, lleva ahora un nuevo peso. En los últimos años, el legado de Colón ha enfrentado un escrutinio renovado, a medida que historiadores y comunidades consideran el impacto devastador de sus viajes en los pueblos indígenas de América.

El Marigalante fue concebido pensando en la paz, pero simbólicamente ligado a la conquista. Su creación fue noble, pero sus asociaciones fueron complejas. En las cambiantes mareas de la comprensión histórica, su historia ahora parece conmovedora y dolorosamente relevante.

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