Sabían que estaban contaminando. Pero ellos guardaron silencio. El histórico fallo contra miteni, empresa química de Vicenza, lo confirma: los directivos eran conscientes de la contaminación de las aguas del Véneto por PFAS (los llamados contaminantes eternos) y continuaron produciendo, poniendo así en riesgo la salud de 350 mil personas.
El pasado 26 de junio, el Tribunal Penal de Vicenza condenó a 141 años de prisión a 11 de los 15 directores de la antigua fábrica Miteni de Trissino y de las multinacionales ICIG y Mitsubishi. Pero sólo ahora conocemos las razones precisas detrás de este escándalo medioambiental. De lo que surgió, fue una elección deliberada en nombre del beneficio. Y quienes pagan las consecuencias, además del medio ambiente, son decenas de miles de habitantes del Véneto.
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¿Cuáles son las zonas contaminadas?
El vinculado a Miteni representa uno de los casos de contaminación más graves de la historia de nuestro país. Pero no sólo eso. Es una de las contaminaciones por PFAS (sustancias poli y perfluoroalquiladas) más extensas del mundo.
La caja de Pandora se abrió en 2013, gracias a una investigación del CNR-IRSA que arrojó luz sobre los daños causados por la empresa química italiana propiedad del grupo alemán WeylChem (ICIG) que desde hace más de 50 años utiliza PFAS en el municipio de Trissino, en la provincia de Vicenza. La contaminación por PFAS afecta a una amplia zona entre las provincias de Vicenza, Verona y Padua.
En esta zona, 350.000 personas, inconscientes de los riesgos, se encontraron viviendo en un medio ambiente contaminado y con uno de los acuíferos más grandes de Europa, irremediablemente comprometido.
PFAS: una amenaza invisible pero eterna
Pero, ¿qué son exactamente las PFAS y por qué suponen una amenaza para la salud? Los PFAS son compuestos químicos sintéticos muy utilizados en la industria por sus propiedades impermeabilizantes y antiadherentes. El gran problema de estas sustancias es su resistencia: son prácticamente indestructibles y se definen como «químicos para siempre», ya que permanecen en el medio ambiente y en el cuerpo humano durante décadas.
Con el tiempo, las PFAS tienden a acumularse en la sangre y los órganos, con posibles efectos nocivos para la salud. Varios estudios científicos han asociado la exposición a estas sustancias a un mayor riesgo de tumores, particularmente tumores renales y testiculares, así como daños al sistema inmunológico y alteraciones en la función tiroidea. La exposición prolongada también puede provocar niveles altos de colesterol, problemas hepáticos y complicaciones durante el embarazo. En los niños, la exposición a las PFAS puede interferir con el crecimiento y el desarrollo, provocando retrasos en el desarrollo.