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Cómo imitar a la naturaleza para combatir la desertificación

Nuestros hábitos están transformando las tierras en desiertos a un ritmo sin precedentes.

17 de junio de 21 . 08:00hs
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Sofía Altuna

No solo las especies están en riesgo de extinción. La tierra, el mismo suelo que pisamos, también está en peligro.

La deforestación, la sobreexplotación, las malas prácticas de riego y la expansión de la población humana en general están impulsando la transformación de las tierras secas en desiertos en una escala sin precedentes en todo el mundo.

Estas zonas secas representan más del 40% de la superficie terrestre y su desertificación supone una degradación permanente y sin retorno.

Por eso, la Organización de las Naciones Unidas declaró el 17 de junio como el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, para dar voz a las iniciativas que buscan soluciones a estos fenómenos.

Si bien las interpretaciones del término desertificación varían, la preocupación es la misma: al vulnerar los ecosistemas, se pierde la capacidad productiva del suelo de manera irreversible.

Y cuando la tierra se convierte en un desierto, su capacidad para mantener a las poblaciones circundantes disminuye considerablemente. Los alimentos no crecen, el agua no se puede recolectar y los hábitats cambian.

¿Dónde está ocurriendo la desertificación?

El riesgo de la desertificación abarca a más de 100 países, lo que podría desplazar a unos 50 millones de personas para el 2030. Además, más del 75% de la superficie terrestre ya está degradada, según el Atlas Mundial de Desertificación de la Comisión Europea.

Se degrada anualmente una superficie total de casi el doble del tamaño de la Argentina

El ritmo de este proceso es desalentador: se aceleró alcanzando entre 30 y 35 veces la tasa histórica. Según el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, se degrada anualmente una superficie total de casi el doble del tamaño de la Argentina (4,18 millones de kilómetros cuadrados).

Los motivos son varios, aunque principalmente están vinculados a la expansión agrícola. En las regiones de Uzbekistán y Kazajstán por ejemplo, el uso excesivo de agua para el riego fue el principal culpable de reducir el mar, dejando atrás un desierto salino.

desierto

Las dunas de arena muestran la creciente desertificación de la meseta tibetana.

El año pasado la Convención para Combatir la Desertificación de Naciones Unidas (UNCCD) puso el foco en “alimentos, forraje y fibras”, cuyo objetivo es cambiar las actitudes públicas hacia la principal causa de este fenómeno: a producción y el consumo incesante de la población.

Mientras aumenta el crecimiento demográfico y la demanda de tierra para producir alimentos, forrajes y fibras textiles, la salud y la productividad de la tierra cultivable disminuyen. En este sentido, se aspira a educar a las personas sobre la manera de reducir su impacto individual.

Un remedio natural

Por su parte, Allan Savory, un reconocido ecologista de Zimbabwe, explora otra solución que bautizó como una gestión holística de pastoreo planificado. Según dice el biólogo en una inspiradora charla TED, la única solución al proceso de desertificación es imitar a la naturaleza.

Savory observó que cuando se concentran grandes manadas de herbívoros en una superficie acotada se descomponen partes vegetales al suelo superficial y mejoran su fertilidad. Por eso, el método utiliza el ganado agrupado y en movimiento, como sustituto de los antiguos rebaños y depredadores.

Uno de los grandes promotores del manejo holístico en el país son Ovis 21, quienes enseñan, planifican y certifican la regeneración ambiental y productiva de los campos en el país.

Esta Empresa B fundada en 2003 por de Pablo Borrelli y Ricardo Fenton nuclea a más de 160 productores que trabajan en la recuperación de los suelos.

Gustavo Urcera con su hijo en su campo en Río Negro, Argentina.

Sus programas proponen un modelo productivo a partir de la regeneración de los pastizales y biodiversidad a través de la administración, enseñanza y asistencia en Manejo Holístico .

Esta solución ya se desarrolló en 15 millones de hectáreas en cinco continentes, entre ellas, el campo de Gustavo Urcera, en Río Negro, Argentina.

Savory insiste que solo al trabajar con la naturaleza se puede revertir la desertificación. Y concluye: “No puedo pensar en casi nada que ofrezca más esperanza para nuestro planeta, para nuestros hijos, sus hijos y para toda la humanidad”.

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