Casi la mitad de los italianos se ha abrazado al menos una vez a un árbol. ¿Estás entre ellos?

A los italianos les encantan los bosques. ¿Pero cuánto los conocen realmente?

Los bosques se han convertido en una especie de brújula moral: el 94,6% de los italianos los consideran fundamentales contra la crisis climática. No es un sentimiento superficial. Se reconoce que los bosques desempeñan un papel real en la protección contra fenómenos extremos y la protección de la biodiversidad. Así lo confirma el estudio nacional realizado por la Universidad de Bari para Sorgenia.

Sin embargo, existe una clara distancia entre la percepción y la realidad: la mayoría de la población sobreestima la extensión de la silvicultura italiana. En algunas regiones la brecha supera los trece puntos porcentuales respecto a los datos oficiales. Por tanto, el bosque está muy presente en nuestro imaginario, un poco menos en la geografía real.

Esta discrepancia es la primera señal para leer atentamente: sentirse «un pueblo de bosque» no significa serlo.

El verde que queremos, no siempre el que tenemos

En la Italia pospandémica, el bosque ha asumido una nueva función: debe estar cerca, accesible, todos los días. El 57,8% de la población pide bosques locales, no fines de semana de aventura. El 83% desearía más bosques y menos tierras cultivadas.

Un deseo de naturaleza que, sin embargo, corre el riesgo de convertirse en consumo de naturaleza si no va acompañada de información y responsabilidad. La demanda de vegetación está creciendo, pero a menudo sin entender lo que significa hacerla existir y sobrevivir.

Una relación física con el bosque, que no basta para transformarlo en conciencia

Los italianos se definen a sí mismos como más «forestales» de lo que se podría creer: casi ocho de cada diez personas entran al bosque o a los grandes parques al menos una vez al mes.

Y luego está ese número que habla de la intimidad de la relación: El 45,1% se ha abrazado al menos una vez a un árbol. En Umbría es la mayoría absoluta. Caminar descalzo, meditar, buscar el silencio: pequeñas prácticas que revelan una necesidad creciente de contacto directo con lo que no es artificial.

Pero familiaridad no es lo mismo que conocimiento. Experimentáis el bosque como usuarios.no como custodios. El riesgo es un romanticismo desinformado: agradable, pero insuficiente.

Donde la gestión es moderna, los árboles sufren menos

El proyecto #RigeneraBoschi, llevado a cabo por Sorgenia con la Universidad de Milán, ofrece otra parte del panorama. Los bosques monitoreados con sensores Tree Talker muestran que la gestión sostenible aumenta el crecimiento de los árboles y su resiliencia al estrés climático, hasta un 43% más anualmente en Pollino.

Los datos son inequívocos: Dejar un bosque solo no significa salvarloespecialmente en un clima que cambia más rápido que su capacidad de adaptación.

El bosque necesita cuidado, técnica, planificación. Y aquí surge la verdadera pregunta: ¿estamos dispuestos a apoyar este tratamiento incluso cuando implica elecciones complejas, costos y sacrificios, en lugar de limitarse a abrazar un tronco?

Amor sí, pero hace falta un pacto más adulto

Casi la mitad de los italianos ya han hecho ese gesto sencillo y simbólico: abrazar un árbol. Es un comienzo. Habla de un país que quiere reconectarse con la naturaleza de la que proviene. Pero también habla de una relación aún frágil, en la que la sensibilidad corre mucho más rápido que el conocimiento.

Para que un abrazo sea verdaderamente útil no puede durar un instante: debe convertirse en uno responsabilidad colectiva. Significa saber más, exigir mejores políticas, aceptar que cuidar un bosque nunca es una acción neutral.

Si alguna vez has abrazado un árbol, sabrás que ese sentimiento existe.
El siguiente paso es preguntarte qué estás dispuesto a hacer para mantener ese árbol en pie.

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