Esta novedosa figura, que ya funciona con éxito en países como Chile, México y Estados Unidos, es una de las herramientas más estrictas de conservación para los océanos.
“Estos futuros parques prohíben cualquier actividad extractiva”, explica Sasso. “Esto genera que los recursos marinos se recuperen, protegiendo los hábitats de manera ecosistémica”.
El diciembre pasado, el proyecto de ley entró al Congreso. Propone comenzar protegiendo dos áreas: Banco Namúncura – Burwood II, en Tierra del fuego, y Yaganes, también al extremo sur de la Argentina.
Estas áreas, que juntas suman casi 100.000 km2, son pródigas en biodiversidad marina, con maravillosos cañones y montes submarinos, jardines de coral y bosques subacuáticos que dan refugio a cientos de especies como cachalotes, ballenas, tiburones, rayas, quimeras y lobos marinos, entre otras que la ciencia todavía no descubrió.
Una vez cumplido el primer paso, el sueño continúa: el objetivo es llegar a proteger el 20% del mar argentino para el 2020.
Porque, como dice Sylvia Earle, exploradora de National Geographic y fundadora de Mission Blue, “lo que hagamos o dejemos de hacer, determina nuestro futuro.”
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