C inco veces la superficie de la provincia de Buenos Aires. O tres el tamaño de Francia. De esa dimensión es la Isla de Plástico del Pacífico, un inmenso conjunto de resiudos de 79.000 toneladas que crece sin pausa entre California y Hawai.
Tal es su magnitud, que el año pasado miles de activistas reclamaron a la ONU que se la reconozca como un nuevo país. El ex vicepresidente estadounidsense, Al Gore, fue el primero en pedir la ciudadanía de la bautizada Isla Basura.
Si bien la audaz campaña de concientización no logró que el hediondo archipiélago alcanzara el status de nación, algo de efecto tuvo: este año para la Semana Mundial de los Océanos, la ONU determinó que el princinpal reto será, precisamente, revertir la contaminación por plástico de los océanos.
Es que a pesar de que solemos darle la espalada, el mar nos proporciona todo lo que necesitamos: comida, oxígeno, trabajo y hasta inspiración.
Los océanos ocupan un 70% la superficie del planeta y son el soporte de actividades económicas para todo el mundo.
Además, producen la mayor parte del oxígeno con el que contamos en la atmósfera y regulan el clima.
Sin embargo, a pesar de su importancia vital, estamos tratando nuestros océanos como un enorme basural para nuestros residuos.