El taller de arte de Luisa Freixas es un «caos ordenado», como ella lo define. En este atelier en Palermo, entre prensas, maderas talladas y óleos, la artista argentina de 39 años crea cuadros con collage y empapelados.

Si bien el material con el que trabaja varía, la temática y la técnica siempre son las mismas: la selva, la naturaleza y la xilografía, un método artesanal con el que que se tallan dibujos en madera para luego plasmarlos en cualquier otra superficie.

La xilografía es una técnica artesanal que permite crear en serie.

Sus obras están repletas de hojas selváticas, lianas y yaguaretés con colores vivos: verde, azul, rojo, amarillo. Al indagar en sus fuentes de inspiración, la artista cuenta que luego de visitar la casa de unos amigos en Ubatuba, en medio de la selva en Brasil, se involucró de lleno con la naturaleza: “Ahí me di cuenta que, si uno ama la selva, la tiene que cuidar”.

Además, ser madre también la ayudó a tomar conciencia del medio ambiente. De hecho, dice varias veces que sus tres hijos son su inspiración. «Con ellos, es una retroalimentación constante: yo les digo que no coman galletitas por los paquetes de plástico, y ellos me muestran videos que vieron en la escuela sobre la contaminación de los océanos”, cuenta en diálogo con ACONCAGUA. 

«Si uno ama la selva, la tiene que cuidar»

Rodeada de pinceles y tachos de pintura, explica que eligió el arte como estilo de vida, fundamentalmente, porque es un trabajo solitario. “A los 20, me metí a estudiar Bellas Artes porque odiaba los trabajos en grupo de las carreras tradicionales; en cambio, el arte es mucho más de estar en soledad”, afirma.

Luisa en su taller | FOTO: @phcaillon

Estudió en la Escuela Santa Ana y luego con el reconocido artista Jorge Demirjian, por siete años. “Cuando empecé la carrera no sabía dibujar”, asegura. El click lo hizo mientras leía Cartas a Theo, de Vincent Van Gogh. A partir de ahí, se obsesionó con el dibujo y la pintura. “Me di cuenta que si quería ser artista, tenía que dibujar todo el día sin parar”, resalta.

Hoy, en su cuenta de Instagram (donde tiene más de 20 mil seguidores), comparte desde sus obras, hasta fotos con sus hijos, frases sobre el cuidado del planeta y convocatorias a talleres de compost. 

 

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“Si alguien me mira, dejo de pintar. Es algo muy mío”, subraya cuando cuenta que, si bien hace empapelados con su obra en las paredes de departamentos, ese trabajo «es más de albañil”. La parte creativa, siempre la hace sola.

Con un hermano carpintero, otro actor, y una hermana diseñadora de indumentaria, Luisa confiesa que a sus padres les costó aceptar su deseo de ser artista, principalmente, que no pudiera mantenerse por su cuenta: “Somos una nueva generación de artistas”.

Si alguien me mira, dejo de pintar. Es algo muy mío

Antes de dedicarse de lleno al arte, trabajó de moza (duró solo un día) y fue maestra de arte en una escuela. Además, vendió remeras compradas en Once que estampaba ella misma. Hoy, va a su taller de 9 a 4 de la tarde, todos los días. “Soy casi como un abogado”, dice entre risas.

Entre sus influencias destaca a Marta Minujín y a Andy Warhol (aunque odia que se confunda su técnica, la serigrafía, con la xilografía). “Lo amo porque impuso la idea de trabajar en serie; una obra no tiene más valor porque se haga una sola vez”, sostiene.

 

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Melómana, entre sus obsesiones musicales hoy rankea alto Patti Smith, la mítica cantautora estadounidense. De hecho, para compartir su fanatismo, se ofreció a estamparle remeras a todas las personas que tengan una entrada para ver el show de la cantante estadounidense este mes en el Luna Park.

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