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Un verano para dejar de darle la espalda al mar

Los especialistas aseguran que, si seguimos a este ritmo, habrá más plástico que peces en el mar para 2050.

7 de enero de 20 . 13:37hs
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Manuel Torino

Los argentinos nos relacionamos con el mar hasta las rodillas. La postal estival se repite cada año: con la excepción de algún que otro rápido chapuzón, pasamos la mayor parte de las vacaciones varados en la orilla, contemplando la inmensidad del océano desde la seguridad de la costa.

Concentrados en que nada ni nadie empañe nuestro merecido descanso, no somos conscientes de que frente a nuestras narices se encuentra el ecosistema más importante que tenemos.

La superficie marina de la Argentina representa el 36% del territorio: más de un tercio de nuestro país es agua.

Además, los océanos regulan el clima del planeta, generan el 50% del oxígeno que respiramos, absorben el 95% de la radicación solar y almacenan dióxido de carbono. Todas funciones esenciales para sostener la vida en la Tierra -incluidas nuestras vacaciones- tal como la conocemos

«En general la relación entre los argentinos y el mar, sus especies, sus valores y sus amenazas no es estrecha. Desconocemos el profundo impacto que tiene en nuestra vida diaria», dice Ángeles de la Peña, del movimiento Sin Azul No Hay Verde, el programa marino de CLT, la fundación conservacionista que crearon el fallecido Douglas Tompkins y su pareja, Kris McDivitt.

La superficie marina de la Argentina representa el 36% del territorio

Porque, además de ser de los más ricos y diversos del mundo por su extensión, el Mar Argentino es uno de los más amenazados.

¿Cuáles son estos peligros? Por nombrar solo algunos: la pesca indiscriminada a escala industrial, la creciente contaminación de la basura plástica y la acidificación, como se conoce la alteración del PH en el agua producto de la actividad humana.

Para revelar la catástrofe ambiental que yace bajo la superficie, semanas atrás el biólogo e investigador adjunto del Conicet, Martín Brogger, se aventuró en el barco Esperanza de Greenpeace hasta una remota zona del Atlántico Sur conocida como el Agujero Azul, y tomó imágenes del fondo marino.

En lugar de registrar variedad de especies, campos de esponjas o arrecifes de coral, las cámaras mostraron suelos desérticos, basura y estrellas de mar muertas. | FOTO: Greenpeace

En lugar de registrar un ecosistema completo, las cámaras mostraron suelos desérticos, estrellas de mar muertas y toneladas de basura. «Era como un Amazonas destruido pero en el fondo del Mar Argentino», describieron los miembros de la expedición, quienes apuntaron a la pesca de arrastre, una de las prácticas más nocivas, que actúa como una topadora sobre el fondo del mar.

La hora del mar

La legendaria oceanógrafa y exploradora estadounidense Sylvia Earle, conocida como «la dama de las profundidades», suele decir que no hay mejor momento que ahora para empezar a proteger los océanos.

Porque nunca antes en la historia hubo tanta gente consciente de la crisis ambiental que enfrenta el «planeta azul». Y porque, sencillamente, no nos queda demasiado tiempo: de seguir a este ritmo, los expertos proyectan que en 2050 habrá más plástico que peces en los océanos.

Así las cosas, este verano que comienza se presenta como la oportunidad ideal para dejar de darle la espalda al mar, de una buena vez.

¿Por dónde empezar? Para proteger, primero hay que conocer. Por eso es clave informarse y seguir al creciente movimiento de científicos, ambientalistas y voluntarios que trabajan para darle visibilidad a las riquezas del océano.

Algunos fomentan una novedosa figura: la de los Parques Nacionales Marinos. Se trata de extensas áreas protegidas que hacen de santuarios para estudiar y conservar especies amenazadas. El año pasado, la Argentina creó dos: Yaganes y Namuncurá-Banco Burdwood II. Son 90.000 km2 de hábitat puramente oceánico.

[Lee más: El boom de las áreas marinas protegidas en Sudamérica]

Otros defensores del mar, en cambio, promueven pequeñas acciones cotidianas que, sumadas, pueden tener un gran impacto. Por ejemplo, Unplastify, una organización que busca cambiar la relación que tenemos con el plástico.

«Nuestra relación con el plástico está fuera de control. El problema no es el material, sino su mal uso y abuso», dice Tati Besada, una de sus fundadoras, sobre las 8 millones de toneladas de residuos plásticos que terminan en el océano cada año y que tardan cientos de años en degradarse.

Nadie se lo contó: el año pasado cruzó el Atlántico en un velero para registrar las altas concentraciones de plástico en el mar. Su aventura y las soluciones que proponen para «desplastificarnos» acaban de ser publicadas en una genial bitácora de viaje.

Los afortunados que lean estas líneas mirando el mar y quieran comenzar ahora mismo a protegerlo, pueden hacerlo sumándose a una iniciativa tan sencilla como inspiradora: Take Three for the Sea.

Este movimiento global propone que cada persona levante tres residuos plásticos cada vez que se va de la playa. Sus creadores aseguran que así evitan que 10 millones de plásticos terminen contaminando el mar cada año. Prueba de que, aunque parezcan una gota en el océano, estos pequeños actos ya hacen la diferencia.

Esta columna fue publicada originalmente en el diario La Nación.

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