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¡Basta de reciclar! La fórmula menos pensada para combatir la crisis ambiental

Aunque el reciclaje sigue siendo necesario, ya no es suficiente.

28 de julio de 20 . 17:56hs
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Manuel Torino

No está claro cuándo se inventó el plástico. Algunos señalan que fue en 1860, cuando se ofreció un suculento premio en Estados Unidos para quien pudiera sustituir al marfil de las bolas de billar y el inventor John Hyatt creó el celuloide.

Otros aseguran que la fecha indicada es 1907, cuando Leo Baekeland, un químico de origen belga dio con un invento que lo volvería millonario: la baquelita, la primera sustancia plástica totalmente sintética.

También se menciona a 1923, en el cual Waldo Semon, otro químico que trabajaba en la compañía de neumáticos Goodrich, desarrolló el PVC para reemplazar al caucho natural.

Más allá de la disputa sobre su origen, algo es seguro: más de un siglo después, el primer pedazo de plástico que se fabricó en la historia, todavía permanece en la Tierra.

De hecho, la inmensa mayoría de las 8300 millones de toneladas de plástico que según científicos de la Universidad de California generó la humanidad desde los inicios de su producción industrial, subsisten entre nosotros.

Parece una obviedad, pero no siempre somos conscientes de que por más que separemos los residuos en casa y luego se traten en una planta de reciclaje, el plástico no desaparece mágicamente. Por eso son cada vez son más los especialistas ambientales que piden lo impensado: dejar de reciclar.

Los especialistas dicen que la crisis de la basura llegó tan lejos que hoy la única opción es reducir la producción de residuos.

Por supuesto que reciclar no es intrínsecamente malo, solo que reducir es mejor. Así lo explica la ambientalista Natalia Mazzei (a.k.a @ecointensa en Instagram): «Reciclar tiene que ser nuestra última opción, por eso lo recomendable siempre es hacer lo posible para reducir nuestros consumos y evitar generar residuos en primera instancia».

Para Ciro Panizo, cofundador de GEA Sustentable, una empresa modelo de gestión integral de residuos, que ya lleva más de 4000 toneladas de basura recuperadas en el conurbano bonaerense en los últimos cinco años, «tenemos que entender que somos responsables de los residuos que generamos y por lo tanto debemos hacernos cargo de ellos.»

De hecho, este emprendedor propone agregar dos instancias a las famosas «3 R» de la economía circular: «Nosotros promovemos las ‘5 R’: rediseñar, reparar, reducir, reutilizar y por último reciclar.»

Según datos oficiales, un 13% de los residuos hogareños que se generan en Buenos Aires es plástico. A quien no le parezca demasiado, puede aprovechar la cuarentena para hacer el siguiente experimento: acumule sobre la mesada de la cocina los residuos plásticos que habitualmente tira a la basura todos los días durante una semana. Spoiler alert: el resultado ayudará a dimensionar la enorme cantidad de plástico que generamos.

«Tenemos una relación de dependencia e inconsciencia absoluta con el plástico descartable. Es difícil entender el problema que significa cuando su uso está tan naturalizado y es tan difícil evitarlo, y sobre todo cuando se nos sigue vendiendo como una alternativa perfectamente viable y hasta con promesas de ahorro de tiempo, trabajo y esfuerzo», explica Marina Pla, diseñadora y una de las creadoras del Club de Reparadores, una genial iniciativa itinerante contra la obsolescencia programada que invita a vecinos a darle una segunda vida a los objetos en desuso.

[Leé más: Las trampas mentales que nos hacemos frente al cambio climático]

Un mes sin plástico

Entre los que creen que reciclar es necesario pero no suficiente, se encuentran los promotores de #JulioSinPlástico, el movimiento global que se activa cada mes de julio –especialmente en el verano boreal– y convoca en modo challenge a millones de personas a reducir su consumo de plástico y a probar alternativas más sustentables.

El año pasado participaron 250 millones de personas de 177 países, entre ellos una cada vez más ruidosa cantidad de jóvenes argentinos. ¿Por qué importa repensar nuestra relación con el plástico? Veamos los números: cada año se producen unas 500 millones de toneladas nuevas de plástico a nivel global para distintos usos.

El más cuestionado es el llamado plástico single use: bolsas, sorbetes, vasos y toda clase de packaging descartable que permanece apenas unos minutos en nuestras manos pero que puede tardar cientos de años en degradarse.

¿Dónde terminan estos residuos? En rellenos sanitarios, en el océano – 8 millones de toneladas van a parar a nuestros mares–… ¡y en nuestros organismos!

Según un estudio de la Organización Mundial de Conservación y la Universidad de Newcastle, estamos comiendo microplásticos sin darnos cuenta, a través del agua y de los alimentos que ya vienen contaminados. ¿Cuánto exactamente? A razón de 2.000 minúsculas piezas por semana. Son unos 5 gramos, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. El impacto de esta dieta plástica sobre nuestra salud es una incógnita que los científicos todavía están analizando.

[Leé más: Ocho documentales para replantearte tu relación con el plástico]

Por último, la cuarentena XL que atraviesan muchos argentinos se convirtió en una razón de peso para intentar reducir antes de llegar a la instancia del reciclaje: «Lamentablemente retrocedimos varios casilleros. Por un lado se redujeron los servicios de recolección de material, y por el otro apareció un miedo al espacio público que jugó en contra del hábito de llevar material a un punto verde o a un recuperador.

Sin duda esto desalienta la separación en origen», dice Pla. Y agrega: «A la vez, creció el consumo de delivery y la compra de alimentos para llevar. Y pareciera que los envoltorios plásticos se volvieron una especie de promesa de desinfección, porque volvieron con todo».

Parafraseando la tristemente célebre frase de un sindicalista argentino, quizás deberíamos dejar de reciclar por dos años.

Esta columna fue publicada originalmente en el diario La Nación.

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