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Homo Celularis, o cómo el teléfono determinará la evolución de la especie

Por primera vez, desde que poblamos este mundo, el ser humano es uno sólo.

15 de agosto de 18 . 17:21hs
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Ramón Zorraquín

“Así será la vida en el año 2000”, rezaba el libro de texto del colegio allá por 1970.

Yo estaba en primer grado y en la imagen se veía una ciudad del futuro, interconectada por tubos por donde circulaban vehículos voladores. Debajo una familia posaba con sus trajes enteros grises y sus cascos de vidrio.

De más está decir que ya entrados en el nuevo siglo, seguimos empujando autos destartalados que no arrancan por el frío, y que cuando lo hacen circulan por rutas destruidas.

Sin embargo, la evolución del Homo Sapiens Sapiens ha seguido su curso a una velocidad astronómica: no lo habrá podido traducir aún a las ciudades y los autos –al menos no en escala–, pero el salto evolutivo que está dando nuestra especie es el mayor desde que apareció en la Tierra, hace ya 400 mil años.

Por primera vez, desde que poblamos este mundo, el ser humano es uno sólo. Si bien hay matices culturales y sociales, existe algo que nos une al 90% de la humanidad todo el día, a toda hora, haciendo que todos estemos por primera vez en nuestra historia viviendo el mismo evento: el teléfono celular.

Por primera vez, desde que poblamos este mundo, el ser humano es uno sólo.

La forma de compartir información y de comunicarnos es inédita. Si la mejor manera de predecir el futuro es conocer el pasado, nos hemos quedado sin esta herramienta de predicción.

Tanto los análisis técnicos financieros, como la marcha de la economía, el marketing y tantas otras especialidades humanas se basan en el comportamiento de la sociedad, que puede predecirse de acuerdo a la historia.

Pero las sociedades, a partir de ahora, no responderán igual que hace 1.000 años, 500 y ni siquiera 20 años.

Cualquier evento importante de cualquier naturaleza es compartido vía nuestros teléfonos celulares con todos los habitantes del globo, a velocidades cada vez más asombrosas.

Así, un terremoto en Asia es visto casi en directo por millones de usuarios en América o Europa. Un descubrimiento de cualquier tipo es compartido a través de las redes sociales en el acto.

Esto no es nada nuevo. Pero lo que sí es nuevo (o pretende serlo) es el análisis de cómo esto va a influir en la evolución de nuestra especie.

Cambios genéticos

La frecuencia génica representa las veces que un gen se verifica en una población dada. Por ejemplo, el gen que determina los “ojos de color claro” está en una frecuencia mucho más alta en Suecia que en Argentina.

La posibilidad que tuvo nuestra especie de alterar esas frecuencias, hasta ahora,  ha sido dada por cuatro factores: migraciones, selecciones, mutaciones o deriva genética.

Sin entrar en el análisis de cada una –algunas pueden ser deducidas fácilmente–, lo cierto es que la interacción que hoy existe entre los seres humanos es absoluta: un joven que viajaba de mochilero hace 50 años, conocía a su “media naranja” en la otra punta del mundo, pero de no mediar una voluntad de acero y una perseverancia infinita, era probable que nunca más la volviera a ver ni saber de ella.

Ahora, las interrelaciones entre los seres humanos es total: conocer alguien en el mundo y comenzar una relación de pareja es lo más normal.

Lo que no sabemos aún es el efecto que tendrá este nuevo comportamiento en las frecuencias génicas, y por lo tanto, en la evolución de nuestra especie.

La evolución del conocimiento

Durante los aproximadamente 400 mil años de vida del Homo Sapiens Sapiens, la evolución del conocimiento ha tenido un patrón común: se desarrollaba en una comunidad, y tardaba siglos, si no milenios, en pasar a otras culturas.

Hitos como la invención de la escritura, el papel o la revolución agrícola se dieron en distintas culturas a lo largo de miles de años, a través de prueba y error, demorando siglos su perfeccionamiento por la imposibilidad de compartir experiencias.

Es probable que los seres humanos del futuro seamos cada vez más parecidos

Hubieron a lo largo de la historia muchos mecanismos para volverse rico, pero sin duda algo importante era contar con más y mejor información que los demás. Esto prácticamente ya no puede suceder; o sucede por lapsos de tiempo infinitamente más cortos.

No podemos predecir las consecuencias de estos cambios. Lo lógico sería que los seres humanos del futuro seamos físicamente cada vez más parecidos, por lo antes dicho: las frecuencias génicas tenderán a igualarse; nuestro nivel de inteligencia y conocimientos pasarían a ser mucho más igualitarios; y las diferencias culturales deberían ir suavizándose hasta identificarse con una sola Aldea Global.

Grandes incógnitas

Sin embargo, pareciera que no nos hemos acercado mucho a las respuestas que el Homo Sapiens necesita: el sentido de la vida, la existencia o no de un Dios, el origen del universo y su infinitud, entre tantas otras.

[Leé más: Cómo recuperarnos de nuestra adicción a las series]

¿Podrán nuestros cada vez más potentes teléfonos celulares ayudarnos en esta búsqueda?

¿La nueva sexualidad disociada del género, dejará de cumplir la función evolutiva de procreación y dará lugar a un nuevo ser humano? ¿Será finalmente ése producto el Homo Celularis?

Somos generaciones privilegiadas, testigos de este colosal salto evolutivo. Y más allá de las creencias de cada uno, algo es innegable: si Dios se sigue resistiendo al uso del celular, su existencia futura está seriamente comprometida.

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Domingo

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