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Oda a la bicicleta en cuarentena

Los viajes en dos ruedas en Buenos Aires se duplicaron. ¿La bici llegó para quedarse?

30 de septiembre de 20 . 08:00hs
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Manuel Torino

«Buenos Aires es una ciudad más bien plana, con un clima templado y las calles más o menos en grilla; es perfecta para andar en bicicleta. Sin embargo, puedo contar con los dedos de una mano la gente pedaleando», anotaba David Byrne en su libro Diarios de bicicleta, allá por 2009, sentado en un bar de palermitano.

Una década después, la capital argentina sigue siendo perfecta para andar en bici. Pero al exlíder de Talking Heads -que en sus giras siempre lleva una bicicleta plegable en la valija-, no le alcanzarían los dedos para contar la cantidad de ciclistas que pasan por minuto por cualquier esquina de Palermo durante la cuarentena.

La semana pasada en el gobierno porteño hicieron el intento. Midieron la afluencia de bicicletas en distintas ciclovías y calles de la ciudad para compararlas con el tránsito del mismo periodo del año anterior.

Los resultados sorprendieron incluso a los promotores más acérrimos de las dos ruedas: la cantidad de viajes en bici en la ciudad creció hasta un 114%.

El pico se registró en la intersección de las avenidas Del Libertador y Casares. En ese punto, se contaron 7.600 viajes en una jornada. Todo un récord.

Se duplicó el uso de bicicletas en la Ciudad de Buenos Aires, con respecto al año pasado.

¿La bici llegó para quedarse?

Si bien la cuarentena -o, si se prefiere, el aislamiento social, preventivo y obligatorio con restricción parcial del transporte público- explica en parte este extraordinario auge ciclístico entre los porteños, otros factores, que quizás pueden llegar a ser más duraderos, también entran en la ecuación.

Por contraste, las postales de las calles vacías -¡y en silencio!- hicieron reflexionar a muchos sobre la desproporcionada huella ambiental que generan sus autos. De hecho, cada vez son más los expertos que se dedican a pensar las ciudades del futuro que pronostican el fin del reinado del automóvil, cuya industria atraviesa una crisis existencial.

Y a rey muerto, rey puesto: todo apunta a la micro movilidad, como se denomina a las nuevas formas de transporte más sustentables, económicas e individuales. Por ejemplo, los scooters, el monopatín eléctrico… y la bicicleta, por supuesto. El medio ambiente ya lo agradece: según datos de la Agencia de Protección Ambiental porteña, los parámetros de contaminación atmosférica cayeron un 50% durante la cuarentena.

La adopción de un estilo de vida más saludable también es una razón de peso para muchos. Especialmente con gimnasios y muchos deportes prohibidos, la bicicleta por momentos se convirtió en una suerte de ejercicio clandestino, aunque a plena luz del día.

Otra señal del furor porteño por las dos ruedas son las colas eternas en las bicicleterías. «Repercutió fuerte en las ventas, que aumentaron más de un 100%. Pero además hubo mucha gente que salió a poner a punto alguna bici vieja que tenía a mano.Los talleres de bicicletas están desbordados, y conseguir mano de obra capacitada hoy es una limitante para poder acaparar tanta demanda. No hay fábrica en el país que de abasto. Incluso en China hay desabastecimiento por la demanda en Estados Unidos y Europa», explica Luciano Canaglia, de Canaglia Bicicletas, un apellido ilustre en el negocio de ciclismo local.

Idiosincrasia sobre ruedas

Frente al momentum que vive el sector, ¿estamos ante la oportunidad de finalmente incorporar el uso de la bicicleta a la idiosincrasia porteña? ¿En la nueva normalidad, nos convertiremos en una de las ciudades capitales de la bici en el mundo, como Ámsterdam, Copenhague, o Bogotá?

Al respecto, el secretario de Transporte y Obras Públicas de la Ciudad, Juan José Méndez, es optimista: «Muchas de las políticas de movilidad que encaramos en estos meses responden a transformaciones que veníamos planteando hace muchos años y hoy se ven aceleradas. La pandemia probablemente nos haya hecho incorporar algunos hábitos de movilidad que se mantendrán para siempre», dice el funcionario, que suele desplazarse en su bici o en monopatín eléctrico.

Y agrega: «En esta etapa y la que viene la bicicleta va a tener un rol social predominante. Que cada vez más ciclistas se sumen a las calles no solo va a ser positivo desde el punto de vista sanitario, sino que va a determinar las bases para la Ciudad que queremos darle a las próximas generaciones».

Claro que todavía falta mucho camino por recorrer, o por pedalear, mejor dicho. La capital colombiana, meca de los ciclistas urbanos, cuenta con la red más grande de bicisendas de América Latina, con 540 kilómetros de extensión. La siguen Río de Janeiro (320) y Santiago de Chile (300). Recién en el cuarto lugar, aparece Buenos Aires, con 250 kilómetros, según un informe del BID.

El caso de París puede ser inspirador a la hora de pensar cómo ganarse definitivamente el sello de ciudad bike-friendly. Su alcaldesa Anne Hidalgo -la primera mujer en ocupar el cargo en la historia y que acaba de ser reelecta en plena pandemia- lanzó una verdadera cruzada contra el automóvil particular y a favor de la movilidad sustentable.

¿Su argumento? Promover la «Ciudad de los 15 minutos», como la bautizó el urbanista colombiano y profesor de La Sorbona, Carlos Moreno. Esta nueva dinámica privilegia la proximidad para que los vecinos puedan resolver todas sus necesidades cotidianas sin tener que trasladarse más de un cuarto de hora. A pie… o en bicicleta.

Mientras tanto, para muchos porteños la bici llegó para quedarse. Es que al final David Byrne tenía razón: Buenos Aires es perfecta para andar en bicicleta.

Esta columna fue publicada originalmente en el diario La Nación.

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