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Registar o disfrutar: ¿Instagram está arruinando nuestras vacaciones?

La irresistible compulsión por compartir todo en las redes podría cambiar para siempre la experiencia de viajar.

20 de septiembre de 18 . 17:00hs
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Laura Marajofsky

¿“Instagrameamos” porque viajamos, o viajamos para poder “instagramear”? La pregunta resulta válida si tenemos en cuenta que hoy, como nunca antes en la historia, vivimos en una cultura donde todo se registra y se comparte en las redes.

El impacto de los nuevos hábitos suscitados sobre el viaje podría estar cambiando la experiencia y la industria inexorablemente.

O al menos esto parece sugerir un nuevo estudio realizado en el Reino Unido por la firma Schofields que le preguntó a 1000 personas de edades entre los 18 y 33 años -esa franja conocida como millennials– cuál era el factor más importante a la hora de elegir un destino para viajar.

¿La respuesta? Cuán «instagrameable“es un sitio surgió como el principal motivo considerado por la mayoría a la hora de elegir dónde vacacionar con un 40% de respuestas (seguida de la chance de conseguir alcohol con un 24% y en último lugar, con un 3,9%, los paisajes).

Entonces cabe plantearnos: ¿las redes sociales están arruinando los viajes?

Atardeceres vistos por celular, una postal cada vez más recurrente.

La vida por una selfie

Paradójicamente si bien vivimos en un momento híper mediatizado, en donde la imagen prima ante la experiencia, una de las primeras cosas citadas como una molestia en los sitios turísticos de mayor rotación son precisamente las selfies.

Otra reciente encuesta británica condenó a los selfie sticks (y su uso antisocial) al ingrato honor de ser de lo peor de las vacaciones.

En ciertos lugares se toman tan en serio la problemática que inclusivo están prohibidos. “En un país 100% ‘instagrameable’ como Japón los turistas hacen malabares para tomar la mejor postal. Lo interesante en el país nipón es la prohibición de uso de cámaras en algunos templos, museos, baños termales y transporte público, ya sea por educación, respeto y normas de convivencia. Por seguridad tampoco se puede usar selfie stick en estaciones de transporte“, cuenta Soledad Uchima desde su muy recomendable perfil de cultura japonesa y viajes.

 

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“Los turistas se dividen en dos grupos: fotógrafos profesionales con cámara y millennials con celular», opina. Y agrega: «Si bien es cierto que cada vez más personas se inspiran en las redes sociales, al momento de viajar prefiero conocer pequeños pueblos o islas de Japón y huir de la multitud de selfies en ciudades cosmopolitas. Pero veces es difícil aprender a disfrutar sin hacer mil clics».

Pero para ser justos, el debate registrar vs. disfrutar antecede a las redes sociales, o al menos este estado de las mismas.

Por su parte, Tomás Balmaceda, periodista, techie y amante del los viajes opina sobre esta naturalidad con la cual ya nos movemos, y por qué tal vez esto no se diferencia tanto de lo que hacían nuestros antepasados.

“¿Existirá un ámbito de nuestra vida que no esté invadida y transformada por la tecnología y las redes? El trabajo, las amistades, el amor, todo eso está atravesado por nuestro teléfono. Compartir todo en redes sociales ya se volvió parte del hábito de viajar y los que se cuestionan su utilidad están errando en un punto central: no hacemos muchas cosas por ser necesarias, sino porque queremos», reflexiona en diálogo con ACONCAGUA.

 

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*emoji de faro* . . . . . foto de @titisiegrist #VivíTuLatitud

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Balmaceda, también filósofo y autor, va un paso más allá: «¿Cuál es la diferencia sustancial entre cientos de stories en Instagram y Los viajes de Marco Polo, el libro del legendario viajero? Estarán quiénes piensen que el libro de memorias de Marco Polo tiene valor literario y las stories no: pues bien, seguro lo afirma alguien que no lo leyó, porque es bastante tosco y aburrido. La literatura de viaje existe desde hace siglos y seguirá existiendo. Quizá, deberíamos repensar el género y sumarle los aportes digitales“.

Y sin embargo hay situaciones que parecen escalar a puntos casi absurdos.  En particular cuando se suman a tendencias exacerbadas como el turismo macabro o dark tourism (donde la gente visita y se saca selfies en lugares de catástrofes naturales o humanas), o las extreme selfies, en las que viajeros se exponen a situaciones peligrosas con el objetivo de sacar una buena foto digna de muchos likes, ya sea ingresando a sitios prohibidos o peligrosos.

Tendencia que también están empleando muchos fotógrafos especializados de viajes para sumar seguidores con fotos efectistas. Basta con ver el caso de los jóvenes fotógrafos rusos Vadim Majorov y Vitali Raskálov que causan sensación con sus arriesgadas fotos en Instagram.

“Hoy en día en el afán de buscar la foto más perfecta se ponen muchas cosas en juego. Hace poco me enteré de la noticia de unos youtubers canadienses, High on Life, que tuve la suerte de conocer en mi viaje a Islandia, que se resbalaron de una cascada en Canadá y perdieron la vida. Estaban en un lugar prohibido y no era la primera vez que lo hacían. Vivían al límite y no registraban el peligro. ¿Cuál es el costo de subir la foto perfecta a Instagram? ¿Cuál es el costo de tener muchos seguidores? Todo tiene un límite“, sostiene ante la consulta de ACONCAGUA Flor Jiménez, azafata y blogger, especialista en el arte de viajar y escribir.

La industria se acomoda

Más allá de las selfies invasivas o peligrosas, y considerando que es posible disfrutar y registrar a la vez, existen otras cuestiones que hacen que muchos se pregunten si las redes no han arruinado por completo el goce de viajar.

Por un lado, para algunos el sistema mismo busca generar adicción en ciertos comportamientos, al punto de que ha trascendido en diversos medios a comienzos de este año que la plataforma Instagram estaba reteniendo likes de usuarios para que la gente se conecte y postee más seguido.

Por otro, si bien los resultados del estudio mencionado no sorprenden, son un reflejo del foco que muchos jóvenes le dan a las redes sociales hoy día, y hasta qué punto el social shareability se está convirtiendo en un valor y moneda transaccional.

Dos formas de disfrutar de Capadocia, uno de los destinos más fotografiados de la Tierra.

Este fenómeno no sólo está reorientando los comportamientos de los turistas sino de la industria misma, y algunos hoteles y complejos turísticos conscientes de esto han empezado a promocionarse bajo la premisa de ser lugares dignos de ser mostrados en feeds de FB o IG.

Inclusive un complejo en las Islas Maldivas está ofreciendo instagram butlers (asistentes para Instagram) que le ayudan al huésped a lograr la toma perfecta.

Asimismo, planean inaugurar senderos y recorridos especiales para «instagramers». “Esta compulsión por compartir y por darle a nuestras experiencias el ‘plus’ de lo social en la web parece ser irresistible. Para colmo de males, existen posibilidades como nunca antes para llegar a las esquinas más inesperadas del globo, desde el sudoeste asiático a Islandia, gracias a promociones aéreas y viajes de muchas escalas“, comenta Balmaceda.

Ya hay hoteles y restaurantes que prohíben la entrada a los instagramers

¿Otro síntoma? La creciente horda de influencers y los travel bloggers que les exigen a los hoteles y restaurantes trato preferencial a cambio de posteos y fotos durante sus vacaciones.

Esto generó que algunos reductos hayan prohibido la entrada a los instagramers, manifestando explícitamente que no son bienvenidos.

“Estamos todos persiguiendo likes, incluso la gente que no hace esto profesionalmente“, comenta Davina Tan , cuya bio en Instagram es «eat, sleep, gram, repeat», en relación a la ostensible compulsión que genera la red.

A su vez, en plena era del retoque y las fake news muchos bloggers y cuentas de IG han sido acusadas de retocar y manipular las imágenes para alcanzar más seguidores.

 

Detox digital

Por supuesto no todo es negativo cuando se trata de tecnología y viajes. “Amo la tecnología y cómo simplificó todo a la hora de viajar. No sólo lo hace más fácil, dinámico y divertido sino que ayuda a eliminar algunos miedos. Quién hubiera imaginado que ibas a subirte al auto de un extraño o que ibas a poder compartir habitación con couchsurfing? No creo que las redes hayan arruinado los viajes. Los han diversificado y ampliado. Y esto debe ir acompañado de una actitud responsable y respetuosa a la hora de viajar, sobre todo en la huella y el impacto ambiental que dejamos“, señala Meme Castro, periodista especializada en viajes.

“El avance de la tecnología es abrumador, pero hace que uno tenga control 100% sobre su viaje. Creo que la tecnología es la mejor aliada para los viajes, desde mapas offline hasta apps como Tinder conocer gente y sociabilizar», agrega Flor Jiménez.

Una manera de contrarrestar toda la vorágine que propone la tecnología, puede ser bajar un cambio. Por eso desde distintos lugares del mundo se comienza a hablar del turismo slow.

El turismo slow parece ser una respuesta al exceso de redes sociales

La iniciativa propone, al igual que otros movimientos como el de slow food, revalorizar las experiencias a través de la lentitud claro, pero también de un conocimiento más profundo de lo que estamos visitando.

Relacionarse con la gente local, dejarse espacios para no hacer nada, dormir bien en vez de andar corriendo de un lado a otro, probar los platos locales, visitar no sólo los lugares turísticos convencionales sino tratar de descubrir los encantos ocultos de cada destino son algunas de las ideas para viajar más… desconectados.

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Domingo

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