En el corazón de la Reserva de la Biosfera del Noroeste, Amotapes-Manglas, en la ciudad peruana de Tumbes, se está llevando a cabo una revolución verde silenciosa. Sin protesta, ninguna manifestación: el cambio nació entre los escritorios escolares, en mentes curiosas de niños y adolescentes. Entre el aroma salobre de la mangle Y el canto de las olas, los maestros Anani Martínez y Rubén Peña están reescribiendo el futuro, un cuaderno a la vez.
Desde 2022, el programa Man and the Biosphere (MAB) de la UNESCO, con el apoyo del Gobierno de Flandes, ha lanzado el Proyecto Mangrres, una iniciativa que involucra a siete países de América Latina y el Caribe. El objetivo? Integre el conocimiento científico con los tradicionales para restaurar y preservar los ecosistemas de los manglares, los pilares naturales contra el cambio climático y capaz de ayudar a la coexistencia entre la naturaleza y la humanidad.
Los manglares: custodios silenciosos de la vida
Los manglares son árboles fantásticos, barreras naturales reales que protegen las costas de la erosión, capturan y almacenan carbono de manera más eficiente que muchos bosques tropicales y que ofrecen refugio a una biodiversidad extraordinaria. Sin embargo, durante demasiado tiempo, su importancia ha sido descuidada.
«Hasta hace unos años, se subestimó la importancia de educar a la comunidad de Tumbes en manglares», explica Rubén Peña. Hoy, sin embargo, el panorama ha cambiado. Gracias al Proyecto Mangres, las escuelas de Tambes se han convertido en el terreno fértil donde brotar la conciencia ecológica.
Educación como semilla del cambio
Anani Martínez, con la sonrisa de aquellos que creen firmemente en el poder de la educación, lidera la escuela 129 El Bendito. Su objetivo no es solo enseñar nociones, sino sobre todo para encender la chispa de la curiosidad hacia el medio ambiente que los rodea en los estudiantes. “Quiero que los niños se den cuenta de lo afortunados que tienen de vivir en un lugar tan rico en biodiversidad. Los manglares no son solo un paisaje: son vida, sustento y cultura «.
Con el apoyo del consorcio mangular y las organizaciones de pesca locales, los estudiantes participan en talleres, crean historias relacionadas con la conservación del ecosistema e incluso bailes inspirados en los cangrejos y conchas. Por lo tanto, el arte se convierte en un puente entre la tradición y la conciencia ambiental, dentro de un programa educativo para el desarrollo sostenible.
Una alianza entre la escuela y la comunidad
Rubén Peña recuerda los inicios del camino educativo vinculado a los manglares: «De 2008 a 2012, hemos incluido la educación ambiental en los programas escolares de las áreas cercanas al santuario nacional de los manglares de Turses. Utilizamos cuadernos de trabajo y guías metodológicas para ayudar a los maestros a desarrollar actividades significativas.
Desde las aulas, las actividades de concientización se han extendido a las comunidades pesqueras, con reuniones nocturnas en los vecindarios y el uso del idioma local para alentar una comprensión más profunda. «Para amar y mantener algo, primero debemos conocerla», dice Peña, resumiendo en pocas palabras el corazón de su misión.
Jóvenes protagonistas del cambio
El Proyecto Mangrres tuvo un profundo impacto en los jóvenes de Tumbes. Los estudiantes aprenden y se convierten en los agentes del cambio. Forman brigadas ambientales, organizan las campañas de limpieza de las playas y sensibilizan a sus familias sobre la importancia de los manglares.
Anani subraya cómo los estudiantes están cada vez más involucrados en temas ambientales locales. “Son conscientes de los recursos disponibles para ellos y están ansiosos por protegerlos. La educación de desarrollo sostenible no es solo una materia: es una forma de mentis que también los acompaña fuera de la escuela «.
Estrategias para un futuro sostenible
¿Qué consejo dar a aquellos que quieren seguir el ejemplo de Tumbes? Según Anani, es esencial planificar actividades que estimulen el interés de los estudiantes y promuevan el intercambio con diferentes realidades. Rubén sugiere usar el territorio en sí como un aula de aire abierto: «Visitar nuestro santuario es como hojar a través de un libro de biología viva».
Una vez, dice Peña, administraron un programa de radio en el que los jóvenes hablaron del medio ambiente y la conservación. Hoy, este legado continúa a través de talleres, visitas guiadas y proyectos escolares.
Un modelo replicable
El éxito de Tusbs no es un caso aislado, sino un modelo replicable. La integración de la educación ambiental en los programas escolares nacionales, adaptándola a las especificidades locales, puede marcar la diferencia, porque la protección de un ecosistema, además de preservar la naturaleza, puede garantizar un futuro para las comunidades que dependen de él.
Después de todo, el mensaje es simple: cambiar el mundo, a veces un maestro, una clase y un manglar es suficiente.