A unos ochocientos metros bajo la superficie, donde el mar deja de ser azul y se vuelve negro como una pizarra, se mueve un ser que parece haber sido diseñado más por la imaginación que por la naturaleza. Tiene tentáculos que se iluminan, un manto que lo envuelve como una cortina y dos finos filamentos que oscilan en el agua como antenas de escucha. es el calamar vampiro, Vampyroteuthis infernalisel “gentil monstruo” del abismo.
El nombre te haría pensar en un depredador feroz, pero no tiene nada de vampiro. No caza, no come pescado, no chupa sangre. En lugar de eso, recoge desechos y partículas que flotan en las zonas oceánicas más pobres en oxígeno, una «nieve marina» que se desliza frente a él como si fuera arena cósmica. Lo hace con la paciencia de quien no necesita correr a ningún lado.
Para quien lo observa por primera vez, llaman especialmente la atención los ojos: enormes, casi desproporcionados, lentos para fijar cualquier rastro luminoso que consiga colarse en esa oscuridad eterna. Son ventanas abiertas de par en par en un entorno implacable y el signo tangible de una evolución muy antigua.
Una criatura ancestral que posee una herencia genética gigantesca
El verdadero giro, sin embargo, no proviene de su apariencia, sino de su genomaque un grupo internacional de investigadores acaba de secuenciar en un estudio publicado en iCiencia (“El genoma gigante del calamar vampiro revela el estado derivado de los cariotipos de octópodos modernos”).
El resultado sorprendió a todos: el calamar vampiro posee más de 11 mil millones de pares de basesuna dimensión cuatro veces más grande que el genoma humano y el más grande jamás registrado en un cefalópodo. Un archivo genético monumental, casi excesivo para un animal tan discreto.
Lo más interesante, sin embargo, reside en su estructura. Aunque pertenece a la Octopodiformesdel mismo grupo que los pulpos, su ADN se parece al del calamares y sepias. Este elemento, que puede parecer un detalle técnico, ha derribado una creencia muy arraigada: el ancestro común de pulpos y calamares —vivió hace unos 300 millones de añosmucho antes que los dinosaurios, tenía una organización corporal más similar a la del calamar.
el doctor lo dice Oleg Simákovautor del estudio, quien calificó el descubrimiento como “una pieza faltante en la historia evolutiva de los cefalópodos”. Es como si el calamar vampiro hubiera mantenido a un lado, con un cuidado casi obstinado, un antiguo modelo genético que luego el resto de su familia reorganizó, reescribió y transformó en otra cosa.
Cómo los pulpos se convirtieron en lo que son
El comportamiento de los pulpos modernos (su inteligencia, su capacidad para manipular objetos, sus movimientos fluidos y su sorprendente adaptabilidad) es el resultado de una evolución inusual.
De hecho, el estudio muestra que Los pulpos no han desarrollado nuevos genes.como suele ocurrir en las grandes revoluciones evolutivas. En lugar de eso, pasaron por un proceso masivo de reorganización del genoma: cambios, fusiones, mezclas internas como si alguien hubiera tomado todas las páginas de un manual y las hubiera vuelto a montar sin seguir el índice. El calamar vampiro, sin embargo, parece haber elegido el camino opuesto: conservar en lugar de cambiar. Permanecer fiel a una forma primordial, como un antiguo manuscrito que ha permanecido intacto mientras el lenguaje que lo rodea evoluciona, se contamina, se reinventa.
Esta silenciosa inmovilidad genética es la razón por la que los científicos a menudo la llaman “fósil viviente”. No en el sentido de reliquia inmóvil, sino como testimonio de un pasado que sigue respirando en las profundidades del mar. Su forma de vida confirma este papel: no necesita cazar, ni competir, ni perseguir. Navega por un mundo pobre en oxígeno gracias a un metabolismo lento, calibrado y casi meditativo. Sobrevivió porque no tenía prisa por cambiar.